La palabra mariana: al estilo de María
María vive plenamente para Jesús. Su misión fue la de compartir su obra de redención. Toda su gloria le viene de Él. Es decir, mi vida no valdrá para nada si me separo de Jesús.
María no se preocupaba sólo por Jesús, sino que mostró su cuidado por Isabel, por Juan y por los esposos de Caná.
Me gustan mucho las palabras de santa Teresa del Niño Jesús: «Cómo deseo ser sacerdote para poder hablar de María a todos».
Primero recurría a María Madre del Perpetuo Socorro, ahora escucho a María que me dice: «Hagan todo lo que Jesús les diga» (Jn 2, 5) y con frecuencia pregunto a María: «Madre, ¿qué puedo hacer por ti?». Siempre permanezco niño, pero un niño responsable que sabe compartir las preocupaciones de su mamá.
La vida de María se resume en tres palabras: Ecce, Fiat, Magníficat (He aquí, Hágase, Glorifica).
«He aquí la esclava del Señor» (Lc 1, 38).
«Hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38).
«Glorifica mi alma al Señor» (Lc 1, 46).
Cardenal F.X. Nyen van Thuan
31 de mayo: Fiesta de la Visitación de la Virgen María
EVANGELIO
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?
Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 39-56
En aquellos días, Maria se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
En cuanto Isabel oyó el saludo de Maria, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:
-« ¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu Vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.»
María dijo:
-«Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mi: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.»
María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.
Palabra del Señor.
No podía ser María reina de un mundo dominado por la injusticia. Por eso desde su visitación a Isabel ella proclama lo que se ha llamado “La CartaMagna de la Nueva Humanidad”: El Magníficat. Lo que propone es la total inversión de los papeles en cuanto a quién tiene la última palabra en la historia. Ella, la humilde que es ensalzada por Dios, se presenta en primera línea con los que se consideraban últimos. Su hijo, nacido en un pesebre, es el Salvador del mundo. Su oración en común con los Apóstoles conduce a la Iglesia a la realización de su misión. Ahora ella se hace presente en la vida de cada persona que se dispone a tener una vida más conforme al Evangelio.
¿Qué cosas en mi vida deben cambiar para seguir el camino de María?
Sábado IV de Pascua
¡Cuánto habría querido ser sacerdote para predicar sobre la Virgen! Una sola vez habría sido suficiente para decir todo lo que pienso en este sentido.
Primero habría hecho entender qué poco conocemos su vida. No hace falta decir cosas inverosímiles o que no sabemos; por ejemplo, que de pequeña , a los tres años, la Virgen se ha ofrecido a Dios en el Templo con sentimientos ardientes de amor del todo extraordinarios; mientras quizá haya ido allí solamente por obedecerá sus padres… Para que una homilía sobre la Virgen pueda agradarme y hacerme el bien, hace fa, hacernos ver sus virtudes, decir que vivía de fe como nosotros, dar pruebas de esto mediante el evangelio en el que leemos: “No comprendían sus palabras” (Lc 2, 50). Es muy misteriosa esta palabra: “Sus padres se impresionaban de lo que se decía sobre él” (Lc 2, 33). Este asombro supone maravillarse de cierta manera, ¿no es cierto?
Santa Teresita del Niño Jesús
J.P.Sartre. Navidad de 1940
La Virgen está pálida y mira al niño.
Habría que pintar su rostro,
con esa ansiosa maravilla que sólo apareció una vez en rostro humano.
Porque Cristo es su hijo, carne de su carne
y fruto de su vientre.
Lo llevó 9 meses en sí misma y le dará el pecho
y su leche se volverá sangre de Dios.
En algunos momentos la tentación es tan fuerte que se olvida de que es Dios.
Lo estrecha entre sus brazos y le susurra: “pequeño mío”.
Pero en otros momentos se turba y piensa: Dios está allá,
y la envuelve un desconcierto religioso por este Dios mudo,
por este niño que le infunde un cierto temor.
En algún momento, todas las madres quedan un poco confundidas delante de ese rebelde fragmento de su carne que es su hijo,
y se sienten exiliadas delante de esta nueva vida
hecha de su propia vida,
habitada por pensamientos que le son ajenos.
Pero ningún niño ha sido arrancado tan cruel y radicalmente de su madre.
Porque es Dios
y supera todo lo que ella se podría imaginar.
Pero yo pienso que hay otros momentos, rápidos y fugaces, en los que ella siente a la vez que el Cristo es su hijo,
su pequeño,
y que es Dios.
Lo mira y piensa:
Este Dios es mi niño.
Esta carne divina es mi carne.
Está hecho de mí,
tiene mis ojos
y la forma de su boca es la forma de la mía.
Se me asemeja,
es Dios y se me asemeja.
Y ninguna mujer ha tenido la suerte de su Dios para ella sola.
Un Dios pequeñísimo para estrechar entre los brazos y cubrir de besos,
un Dios todo calientito que sonríe y que respira,
un Dios que se puede tocar y que se ríe.
Y es en esos momentos que si yo fuera un pintor pintaría a María.
Sábado 31º del tiempo ordinario
“María reflexiona (dialoga consigo misma) sobre lo que podía significar el saludo del mensajero de Dios. así aparece ya aquí un rasgo característico de la imagen de la madre de Jesús, un rasgo que encontramos otras dos veces en el evangelio en situaciones análogas: el confrontarse interiormente con la Palabra (Cf: Lc 2,19. 51)
Ella no se detiene ante la primera inquietud por la cercanía de Dios a través de su ángel, sino que trata de comprender. maría se muestra, por tanto, como una mujer valerosa, que incluso ante lo inaudito mantiene el autocontrol. al mismo tiempo es presentada como una mujer de gran interioridad, que une el corazón y la razón y trata de entender el contexto, el conjunto del mensaje de Dios. de este modo, se convierte en imagen de la Iglesia que reflexiona sobre la Palabra de Dios, trata de comprenderla en su totalidad y guarda el don en su memoria”.
Joseph Ratzinger
La infancia de Jesús
Sábado 25 del tiempo ordinario
¡Cuánto habría querido ser sacerdote para predicar sobre la Virgen! Una sola vez habría sido suficiente para decir todo lo que pienso en este sentido.
Primero habría hecho entender qué poco conocemos su vida. No hace falta decir cosas inverosímiles o que no sabemos; por ejemplo, que de pequeña , a los tres años, la Virgen se ha ofrecido a Dios en el Templo con sentimientos ardientes de amor del todo extraordinarios; mientras quizá haya ido allí solamente por obedecerá sus padres… Para que una homilía sobre la Virgen pueda agradarme y hacerme el bien, hace fa, hacernos ver sus virtudes, decir que vivía de fe como nosotros, dar pruebas de esto mediante el evangelio en el que leemos: “No comprendían sus palabras” (Lc 2, 50). Es muy misteriosa esta palabra: “Sus padres se impresionaban de lo que se decía sobre él” (Lc 2, 33). Este asombro supone maravillarse de cierta manera, ¿no es cierto?
Santa Teresa del Niño Jesús
Sábado 24 del tiempo ordinario
María fue elevada al cielo en cuerpo y alma: en Dios también hay lugar para el cuerpo. El cielo ya no es para nosotros una esfera muy lejana y desconocida. En el cielo tenemos una madre. Y la Madre de Dios, la Madre del Hijo de Dios, es nuestra madre. Él mismo lo dijo. La hizo madre nuestra cuando dijo al discípulo y a todos nosotros: «He aquí a tu madre». En el cielo tenemos una madre. El cielo está abierto; el cielo tiene un corazón.
Cuando María proclama el Magníficat dice: mi alma «engrandece» al Señor, es decir, proclama que el Señor es grande. María desea que Dios sea grande en el mundo, que sea grande en su vida, que esté presente en todos nosotros. No tiene miedo de que Dios sea un «competidor» en nuestra vida, de que con su grandeza pueda quitarnos algo de nuestra libertad, de nuestro espacio vital. Ella sabe que, si Dios es grande, también nosotros somos grandes. No oprime nuestra vida, sino que la eleva y la hace grande: precisamente entonces se hace grande con el esplendor de Dios.
Benedicto XVI – Catequesis del 15/08/2005
Sábado 15 del tiempo ordinario
La maternidad de María, que comenzó con el fiat de Nazaret, culmina bajo la cruz. Si es verdad, como observa san Anselmo, que “desde el momento del fiat María comenzó a llevarnos a todos en su seno”, la vocación y misión materna de la Virgen con respecto a los creyentes en Cristo comenzó efectivamente cuando Cristo le dijo: “Mujer, ahí tienes a tu hijo” (Jn 19, 26).
Viendo desde lo alto de la cruz a su Madre y a su lado al discípulo amado, Cristo agonizante reconoció la primicia de la nueva familia que había venido a formar en el mundo, el germen de la Iglesia y de la nueva humanidad. Por eso, se dirigió a María llamándola “mujer” y no “madre”; término que sin embargo utilizó al encomendarla al discípulo: “Ahí tienes a tu madre” (Jn 19, 27).
El Hijo de Dios cumplió así su misión: nacido de la Virgen para compartir en todo, excepto en el pecado, nuestra condición humana, en el momento de regresar al Padre dejó en el mundo el sacramento de la unidad del género humano: la familia “congregada por la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.
Benedicto XVI
Homilía en Éfeso
29 de noviembre de 2006
16 de Julio: Fiesta de N.S. del Carmen
Ciertamente en María resalta sobre todo la caridad. Así lo vemos expresado en las letanías, que son los saludos de amor que como una corona de flores los cristianos de todos los tiempos vamos ofreciendo a María. Chiara Lubich nos dice que cantemos las letanías tratando de reflejarnos en ellas. Pensemos en algunas y que esto nos ayude como un examen espiritual de nuestra vida:
Madre de misericordia ¿Soy misericordia para con los que vienen a mí?
Vaso espiritual ¿Cultivo mi espiritualidad para que se conserven en mí los tesoros de Dios?
Auxilio de los cristianos ¿Los demás pueden contar con mi ayuda sin mezquindad?
Consoladora de los afligidos ¿Doy consuelo a quien lo necesita?
Causa de nuestra alegría ¿Soy motivo de alegría para el triste, para el abatido?
Reina de la paz ¿Construyo la paz a mi alrededor para ofrecerla a todos como mi mayor obra de caridad?
Christian Díaz Yepes
Sábado XIII del tiempo ordinario
María vive plenamente para Jesús. Su misión fue la de compartir su obra de redención. Toda su gloria le viene de Él. Es decir, mi vida no valdrá para nada si me separo de Jesús.
María no se preocupaba sólo por Jesús, sino que mostró su cuidado por Isabel, por Juan y por los esposos de Caná.
Me gustan mucho las palabras de santa Teresa del Niño Jesús: «Cómo deseo ser sacerdote para poder hablar de María a todos».
Primero recurría a María Madre del Perpetuo Socorro, ahora escucho a María que me dice: «Hagan todo lo que Jesús les diga» (Jn 2, 5) y con frecuencia pregunto a María: «Madre, ¿qué puedo hacer por ti?». Siempre permanezco niño, pero un niño responsable que sabe compartir las preocupaciones de su mamá.
La vida de María se resume en tres palabras: Ecce, Fiat, Magníficat (He aquí, Hágase, Glorifica).
«He aquí la esclava del Señor» (Lc 1, 38).
«Hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38).
«Glorifica mi alma al Señor» (Lc 1, 46).
Cardenal F.X. Nyen van Thuan
Ciertamente en María resalta sobre todo la caridad. Así lo vemos expresado en las letanías, que son los saludos de amor que como una corona de flores los cristianos de todos los tiempos vamos ofreciendo a María. Chiara Lubich nos dice que cantemos las letanías tratando de reflejarnos en ellas. Pensemos en algunas y que esto nos ayude como un examen espiritual de nuestra vida:
Madre de misericordia ¿Soy misericordia para con los que vienen a mí?
Vaso espiritual ¿Cultivo mi espiritualidad para que se conserven en mí los tesoros de Dios?
Auxilio de los cristianos ¿Los demás pueden contar con mi ayuda sin mezquindad?
Consoladora de los afligidos ¿Doy consuelo a quien lo necesita?
Causa de nuestra alegría ¿Soy motivo de alegría para el triste, para el abatido?
Reina de la paz ¿Construyo la paz a mi alrededor para ofrecerla a todos como mi mayor obra de caridad?
Christian Díaz Yepes
Sábado VI de Pascua
María a los pies de la cruz, en el desgarrador stabat que hace de ella un mar amargo de angustia, es la expresión más alta, en una criatura humana, de la heroicidad de todas las virtudes. Ella es la mansa por excelencia, la dócil, la pobre hasta la pérdida de su Hijo que es Dios, la justa que no se lamenta de ser privada de aquello que le pertenece por pura elección, la pura en el desapego afectivo, a toda prueba, de su Hijo Dios… En María Desolada se encuentra el triunfo de las virtudes de la fe y de la esperanza por la caridad que la iluminó durante toda su vida, y la inflamó, en aquel momento, en la participación tan viva de la Redención.
Con su desolación, que la reviste de todas las virtudes, María nos enseña a cubrirnos de humildad y de paciencia, de prudencia y de perseverancia, de sencillez y de silencio para que oscureciendo lo humano que tenemos, brille para el mundo la luz de Dios que habita en nosotros. María Dolorosa es la Santa por excelencia, un monumento de santidad al que todos los hombres que son y serán pueden mirar para aprender a revestirse de aquella mortificación que la Iglesia desde hace siglos enseña y que los santos, con matices distintos, han hecho resonar en todos los tiempos.
Chiara Lubich
Sábado V de Pascua
María vive plenamente para Jesús. Su misión fue la de compartir su obra de redención. Toda su gloria le viene de Él. Es decir, mi vida no valdrá para nada si me separo de Jesús.
María no se preocupaba sólo por Jesús, sino que mostró su cuidado por Isabel, por Juan y por los esposos de Caná.
Me gustan mucho las palabras de santa Teresa del Niño Jesús: «Cómo deseo ser sacerdote para poder hablar de María a todos».
Primero recurría a María Madre del Perpetuo Socorro, ahora escucho a María que me dice: «Hagan todo lo que Jesús les diga» (Jn 2, 5) y con frecuencia pregunto a María: «Madre, ¿qué puedo hacer por ti?». Siempre permanezco niño, pero un niño responsable que sabe compartir las preocupaciones de su mamá.
La vida de María se resume en tres palabras: Ecce, Fiat, Magníficat (He aquí, Hágase, Glorifica).
«He aquí la esclava del Señor» (Lc 1, 38).
«Hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38).
«Glorifica mi alma al Señor» (Lc 1, 46).
Cardenal F.X. Nyen van Thuan
Sábado IV de Pascua
María a los pies de la cruz, en el desgarrador stabat que hace de ella un mar amargo de angustia, es la expresión más alta, en una criatura humana, de la heroicidad de todas las virtudes. Ella es la mansa por excelencia, la dócil, la pobre hasta la pérdida de su Hijo que es Dios, la justa que no se lamenta de ser privada de aquello que le pertenece por pura elección, la pura en el desapego afectivo, a toda prueba, de su Hijo Dios… En María Desolada se encuentra el triunfo de las virtudes de la fe y de la esperanza por la caridad que la iluminó durante toda su vida, y la inflamó, en aquel momento, en la participación tan viva de la Redención.
Con su desolación, que la reviste de todas las virtudes, María nos enseña a cubrirnos de humildad y de paciencia, de prudencia y de perseverancia, de sencillez y de silencio para que oscureciendo lo humano que tenemos, brille para el mundo la luz de Dios que habita en nosotros. María Dolorosa es la Santa por excelencia, un monumento de santidad al que todos los hombres que son y serán pueden mirar para aprender a revestirse de aquella mortificación que la Iglesia desde hace siglos enseña y que los santos, con matices distintos, han hecho resonar en todos los tiempos.
Chiara Lubich
Sábado III de Pascua
Para mí, María es como un evangelio viviente, «de bolsillo», de amplia difusión, más accesible que la vida de los santos. Para mí, María es mi Madre, que me dio Jesús. La primera reacción de un niño que siente miedo, que está en dificultades o sufre, es la de clamar: «mamá, mamá», esta palabra es todo para el niño.
María vive plenamente para Jesús. Su misión fue la de compartir su obra de redención. Toda su gloria le viene de Él. Es decir, mi vida no valdrá para nada si me separo de Jesús.
María no se preocupaba sólo por Jesús, sino que mostró su cuidado por Isabel, por Juan y por los esposos de Caná.
Me gustan mucho las palabras de santa Teresa del Niño Jesús: «Cómo deseo ser sacerdote para poder hablar de María a todos».
Primero recurría a María Madre del Perpetuo Socorro, ahora escucho a María que me dice: «Hagan todo lo que Jesús les diga» (Jn 2, 5) y con frecuencia pregunto a María: «Madre, ¿qué puedo hacer por ti?». Siempre permanezco niño, pero un niño responsable que sabe compartir las preocupaciones de su mamá.
La vida de María se resume en tres palabras: Ecce, Fiat, Magníficat (He aquí, Hágase, Glorifica).
«He aquí la esclava del Señor» (Lc 1, 38).
«Hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38).
«Glorifica mi alma al Señor» (Lc 1, 46).
Cardenal F.X. Van Thuan
Jesucristo, Señor Nuestro, acudimos a ti en esta hora
de tantas necesidades en nuestra patria.
Nos sentimos inquietos y esperanzados,
pedimos la fortaleza como don precioso de tu Espíritu.
Anhelamos ser un pueblo identificado con el respeto
a la dignidad humana, la verdad, la libertad, la justicia
y el compromiso por el bien común.
Como hijos de Dios,
danos la capacidad de construir la convivencia fraterna,
amando a todos sin excluir a nadie,
solidarizándonos con los pobres y trabajando
por la reconciliación y la paz.
Concédenos la sabiduría del diálogo y del encuentro,
para que juntos construyamos la «civilización del amor»,
a través de una real participación y de una solidaridad fraterna.
Tú nos convocas como nación te decimos:
Aquí estamos, Señor, junto a nuestra madre María de
Coromoto,
para seguir el camino emprendido
y testimoniar la fe de un pueblo
que se abre a una nueva esperanza.
Por eso todos juntos gritamos:
¡Venezuela!
¡Vive y camina con Jesucristo, Señor de la historia!
V: El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal, y nos lleve a la vida eterna.
R: Amén.
Sábado I de Pascua
Cuando a María le anuncian que va a ser madre, ella se sorprende. Dios la sorprende. La sorprende con algo que no esperaba, algo que no buscaba y se dejó sorprender. Abrió su corazón en la sorpresa y de ahí surge el apuro. La Virgen sorprendida y la Virgen apurada. Y cuando después de casi dos días de camino, llega al destino, a la casa de su prima, la primera bienaventuranza del Evangelio. ¡Feliz vos porque creíste! La Virgen feliz. Feliz porque se dejó sorprender. Feliz porque se apuró a servir, feliz porque creyó. Y todo esto en medio de una contradicción. María e Isabel: Una Virgen embarazada, una vieja embarazada, casi ya al fin de su embarazo. El Dios de las contradicciones, el Dios que escribe derecho en líneas torcidas. El Dios que se abanica con los cálculos humanos, que está más allá, el Dios que nos busca todos los días para sorprendernos y que nuestro amor propio, nuestro egoísmo, soberbia, trata de calcularlo todo, cerebralmente para no ser sorprendidos. Esta mujer tenía las armas bajas, no se defendió de la sorpresa, se dejó sorprender.
Card. Jorge María Bergoglio, 2012