Meditación del domingo: una oración diaria

Meditación del domingo: una oración diaria

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Esta es una oración para rezar cada día

Querido Señor Jesús,

hoy pongo mi vida bajo tu cruz. Como discípulo, acojo toda la luz, la gracia y la vida que tú continuamente derramas sobre nosotros desde ella. No quiero que se pierda nada de cuanto mana de tu costado traspasado. Deseo unir toda mi voluntad a la tuya, tener tu misma mente, los mismos sentimientos de tu corazón abierto para darlo todo.

Estoy a tus pies junto a María, tu madre que me entregas para que sea también la mía.

Acepto tu soberanía desde la cruz con humildad y gratitud, aunque me cueste entender tantas cosas.

Tú sabes más que mi pequeño entendimiento.

Consagro a ti mis anhelos, razonamientos y afectos. Dolores y consolaciones. Es decir, te entrego mi corazón herido y sanado por tu corazón que se ha dejado herir por mí.

Pongo bajo tu cruz la vida de los que me has dado. Los que me han amado primero y he podido corresponder a su amor. Los que me aman hoy y también les correspondo. Los que tú me querrás dar para seguir recibiendo los reflejos de tu amor. Porque todo es gracia y regalo tuyo. Todo y todos me ofrecen algo de ti. También los que me adversan, me persiguen o me odian, y así me empujan a volver a ti como mi roca salvadora, la peña donde me refugio. Los perdono y pido tu perdón para ellos. También te pido que me perdones por los males que he causado a otros, a tantos que tú bien conoces. Que tu amor cubra lo que a mí me faltó.

Pongo bajo tu cuidado a quienes pueden decidir sobre mí y sobre mis seres queridos. Mis superiores y todos los que están sobre mí. Quienes pueden decidir sobre mi salud, mis bienes y mis propios planes. Te pido para ellos la luz de la sabiduría, el discernimiento y la paz. Sé tú mismo quien me dirija a través de ellos y dame la docilidad para aceptar cuanto dispongan sobre mí.

Hoy especialmente te pido por…

Completo en mi carne lo que falta de tu pasión en mí, en los míos, en los que me han amado en el pasado, los de hoy y los del momento en que completarás tu obra en nosotros.

¡Tu plan de amor en nosotros!

Que no lo pierda de vista, Señor. Que no vuelva mi corazón hacia lo falso, Dios mío, mi escudo y mi montaña, sé tú mi verdad.

Oh, Jesús, que hoy no te olvide. Que no me aparte del fuego. Enciéndeme. Llámame sin que te desatienda. Pronuncia mi nombre límpidamente, sin la disonancia de mis pecados y descuidos.

Rindo ante ti mi libertad. Esto es lo que me llena, me da la paz y la fuerza para salir hoy a encontrarte. Te sigo en tu camino de entrega total.

¡Amén!

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