Queridos amigos:
Comenzamos nuevo Año y Tiempo litúrgicos. Después de haber recorrido tres veces desde 2010 las lecturas de los Cilos A, B y C, ahora en estas entregas vamos a ensayar un nuevo estilo de comentarios a la Palabra. Serán menos explicativas y más meditativas, con marcado tono poético.
¡Espero que las disfruten!
Padre Christian
La Palabra del domingo: la venida de Dios
I domingo de Adviento
Lectura del santo Evangelio según San Mateo 24,37-44.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé.
En los días antes del diluvio, la gente comía y bebía, se casaban los hombres y las mujeres tomaban esposo, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: dos hombres estarán en el campo, a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo, a una se la llevarán y a otra la dejarán.
Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría que abrieran un boquete en su casa.
Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».
Palabra del Señor
Meditación:
Esta vida se nos escabulle como agua entre los dedos. Quisiéramos aferrar nuestros bienes, los momentos felices, la buena salud y los reconocimientos. Pero todo pasa. Cada cosa es caduca y no llega a saciar nuestros más profundos anhelos. Entonces alzamos la mirada y pedimos a Dios que se acerque a nosotros, que podamos alcanzar la plenitud de la vida, la paz y la felicidad. Con el profeta Isaías exclamamos:
“¡Ojalá rasgases el cielo y bajases!”.
Es decir, pedimos a Dios que su reino de vida y verdad, de santidad y gracia, de justicia, amor y paz, se haga presente entre nosotros.
Dios no deja de con-moverse y atiende a esta súplica que Él mismo suscita en nosotros de antemano. En Cristo el cielo se abre y nos ofrece su reino. Con sus obras de amor y finalmente su muerte en la cruz, el Todopoderoso ha bajado hasta el más hondo sufrimiento y miseria humanas. El sudor de nuestras fatigas y las lágrimas de nuestros dolores son recogidas en el odre de su misericordia y las convierte en torrente de gracias.
Él ha querido dejar de ser distante y distinto al hombre. Si este es impulsado a ascender, a mirar más allá y no contentarse con una vida a ras de tierra, ahora Dios viene a su encuentro. Porque Él gusta en descender. Ahora a nosotros nos toca ascender.
Asciende quien no frustra, sino que responde a sus anhelos más altos. Quien no se conforma con lo mundano y busca lo eterno. Quien lucha contra su propia imperfección para ser más libre, más sabio, más santo. Ante estos sale al encuentro el Dios humilde que adoramos desde el pesebre hasta la cruz y el grito jubiloso de la Resurrección. Allí Él saca de su tumba todo lo que antes no encontraba más que la muerte y el olvido. Y hoy nos recuerda que hemos de estar preparados:
«A la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre…»
“Por fin” se abrió el cielo y tuvimos al Hijo del Cielo. El mejor compañero de vida para alcanzar lo más alto. La mejor vida que podemos tener.
Dios tiene misericordia de sus seres creados. Dios es amor, y sólo cabe vivir en ese amor que nos dignifica.
Gracias Christian por esa homilía para la vida, por ayudar a que superemos nuestra imperfección de cada día elevándola al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo
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