La Palabra de hoy: fuego

La Palabra de hoy: fuego

Domingo de Pentecostés

012

Evangelio: Juan 20,19-23

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en su casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: “Paz a vosotros.” Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: “Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envió yo.” Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.”

 

Comentario:

Totalmente dentro, totalmente fuera: el es programa de vida de quien recibe el Espíritu de Dios. El Pentecostés nos invita a tomar conciencia del doble movimiento al que nos impulsa el Espíritu: hacia dentro de nosotros mismos y también más allá de nosotros, hacia Dios y el prójimo.

¿Coopero con la acción del Espíritu Santo en mi vida y en la historia o sólo soy testigo pasivo de su acción?

Totalmente dentro, porque Jesús nos ofrece su Espíritu para hacernos partícipes de esa misma relación íntima entre Él y el Padre. Totalmente dentro porque tenemos que cultivar esa intimidad a través de la oración, la lectura de las Escrituras y la vivencia  de la voluntad de Dios. Totalmente dentro porque arde en nuestro interior el fuego de una presencia que pudiéramos sofocar si nos dejamos confundir por otras “voces” e inquietudes que poco tienen que ver con la verdad y el amor de Dios.

¿Cultivo mi vida interior como diálogo con el  Espíritu Santo que habita en mí?

Totalmente fuera porque el Espíritu nos lanza siempre más allá de nosotros mismos, de nuestros criterios y seguridades, para ir al encuentro de los otros que también esperan conocer a Dios. Nos invita especialmente a dirigirnos a reconocer a los demás “con la capacidad de ver ante todo lo que hay de positivo en el otro, para acogerlo y valorarlo como regalo de Dios: un don para mí, además de ser un don para el hermano que lo ha recibido directamente (san Juan Pablo II). Para lograrlo, hoy pedimos a Dios que nos envíe su Espíritu como viento que impulsa y renueva.

Medito y oro con este poema…

¿Has escuchado el viento esta mañana?

Escúchalo,

aunque sea tarde sigue allí,

también en la noche soplará,

aunque sea noche.

Escucha el viento.

Soplará

suave el viento en las boscosas

cumbres abiertas en ríos.

Soplará

fuerte sobre los mares

abiertos y valientes.

Soplará

en silencio sobre el monte que se espera,

soplará.

Y yo te diré anhelante,

otra vez preguntaré:

¿Has escuchado el viento esta mañana

o esta tarde?

Nunca es tarde, escucha el viento

que revienta ante tu cuerpo, farallón.

Escucha el viento, hermano mío,

escucha el viento y déjate llevar,

pues sopla el viento en su color

y llena el tiempo.

Sopla el viento.

Escucha este soplar

sobre los montes y su paso

triunfante hasta el calor

atesorado de los bosques en su adentro.

Sopla el viento.

Y mueve los espacios y cortezas.

Sopla adentro

del frío mar y lo levanta

en olas fulgurantes y cristal.

El fuerte viento,

viento poderoso,

águila de viento.

 

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