La Palabra del domingo: La señal

La Palabra del domingo: La señal

5º domingo de Pascua

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Lectura del santo evangelio según san Juan (13,31-33a.34-35):

Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en si mismo: pronto lo glorificará. Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros.»

Palabra de Señor

 

Meditación:

¿Qué diferencia un país cristiano de otro que no lo es? ¿Qué diferencia a una familia fundada en la bendición de Dios de una simple convivencia humana? ¿Qué diferencia a un joven, un hombre o mujer cristianos de unos que no conocen ni ponen en práctica el Evangelio? Nos diferencia el amor. El amor verdadero que viene de Dios y por ello comparte sus atributos de bondad,verdad, unidad y belleza. El amor divino y humano que armoniza la sana exigencia con la comprensión, la entrega de sí y la acogida del otro, lucha y mansedumbre, magnanimidad y humildad, justicia y perdón, razón y sentimiento, cuerpo y alma. Cualquier otra comprensión del amor es mero espejismo, es construir la casa de nuestro ser sobre arenas movedizas y resbaladizas, no sobre la roca de lo fuerte y permanente.

Tomo conciencia de lo que implican estas verdades y considero si estoy fundando mi vida sobre ellas.

Cristo ha venido a dar realización a todas estas implicaciones del amor en el Mandamiento que llama “suyo” y “nuevo”. Suyo porque le es propio llevar a plenitud la creación entera, unificando los opuestos y así dando armonía a lo que de otra manera no la tendría. Nuevo porque da la luz definitiva a las antiguas prescripciones y porque renueva todas las cosas.  Nuevo porque ha de ser vivido por quienes han nacido a una nueva vida con Él, muriendo al antiguo pecado y resucitando a la esperanza. Nuevo porque está siempre abierto a que las personas y las cosas no sean siempre iguales, sino que pueden ser siempre mejores.

Hago una revisión de todo lo que en mi vida se pueda estar apagando en lo rutinario. Lo presento a Dios y pido que me conceda la gracia de la continua renovación.

Este Mandamiento pone nuestra atención sobre el tipo de relaciones que vivimos. Si hasta entonces podían entenderse los diez mandamientos del Antiguo Testamento como exigencias personales, ahora es imposible vivir el Mandamiento Nuevo de manera individual. Este está orientado a los “dos o más” unidos en el nombre de Cristo (cf. Mt 18, 20). Se trata de la unidad humana y divina por la que él continúa haciéndose presente en la historia personal y colectiva.  Esa disposición nos llama crecer en la virtud y no contentarnos con lo que ya hemos alcanzado, sino mantener la tensión de la cuerda en ascenso… Cuerda tensada con los nudos de la oración personal y en comunidad, el perdón, el diálogo y la ayuda recíproca. Y cada vez que notemos que algo falla, pues ponernos de acuerdo para pedir nuevamente esta gracia Dios, quien prometió responder siempre que pidamos en esta unidad en el nombre de Cristo.

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