La Palabra del domingo: ¿Dónde están tus frutos?
3º domingo de Cuaresma
Del evangelio según san Lucas:
En una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús contestó:
-“¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís,
todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.”
Y les dijo esta parábola: “Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró.
Dijo entonces al viñador: “Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?
Pero el viñador contestó: “Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas”.
Palabra del Señor
Meditación:
Nos estremecemos al recibir estas palabras de Jesús. El mismo Señor de la misericordia a la vez nos exige una vida radical. No basta con pensar que Dios perdona todo y tendrá piedad de nosotros. Tampoco es cierto creer que son tan grandes nuestras culpas que ya no merecemos una oportunidad y tenemos que cargar por siempre con el peso de la desdicha. Démonos cuenta de que Él continuamente nos da oportunidades de conocer su amor y vivir en esa libertad, como el que siembra una higuera en su campo esperando que dé frutos.
¿Vivo una religiosidad despreocupada, sin verdadero compromiso con sus exigencias?
Jesús dirige la parábola de la higuera estéril a judíos piadosos que se preguntaban por qué Dios parecía no proteger a su pueblo en algunas ocasiones. Entonces lo resolvían con el argumento de la retribución: si te portas bien, Dios te ayuda y prosperas, pero si te va mal es porque estarás pagando alguna culpa propia o de tus antepasados. Con ello se justificaban bajo cierta religiosidad las desigualdades de la sociedad, donde unos pocos gozaban de grandes privilegios por su linaje, cargos y una religión de apariencias, mientras muchos permanecían señalados bajo el estigma de la culpa. Pero ¿dónde quedaría entonces el perdón de Dios, que siempre va unido a la libertad y una nueva oportunidad para el hombre? Porque la culpabilidad hunde y detiene, a la vez que cierra las puertas a la esperanza. Jesús nos enseña en cambio a asumir la responsabilidad, que implica conciencia, decisión de reparar el daño y avanzar. Un Dios justiciero no puede ser fuente de vida y libertad. En cambio, un Padre procura siempre que sus hijos avancen hacia la plenitud de sus vidas.
Reflexionemos cuántas veces nos acercamos a Dios con una mentalidad justiciera. ¿Cuántas veces utilizo mis culpas pasadas para no cambiar y justificar una vida estéril?
Este evangelio es también buena noticia porque nos sacude y pone en alerta nuestros sentidos espirituales. La conclusión de la parábola deja abierta la última oportunidad que el dueño de la viña, que representa a Dios, concede a su higuera para que empiece a dar frutos. Aparece así su misericordia como esa última oportunidad que no se puede desaprovechar. Hoy esta Cuaresma es esa oportunidad para nosotros. No dejemos para luego lo que Dios nos exige ahora.
¿Estoy dando los frutos de vida que Dios espera de mí? ¿Qué propósito me hago para aprovechar la oportunidad de este tiempo?