La Palabra del domingo: nuevo comienzo

La Palabra del domingo: nuevo comienzo

II domingo de Adviento

Fuentes3 - José Javier (2)

Del evangelio según san Lucas (3, 1-6):

En el año decimoquinto del imperio del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Filipo tetrarca de Iturea y Traconítide, y Lisanio tetrarca de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.

Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías:

«Voz del que grita en el desierto: 
Preparad el camino del Señor, 
allanad sus senderos; 
los valles serán rellenados, 
los montes y colinas serán rebajados; 
lo torcido será enderezado, 
lo escabroso será camino llano. 
Y toda carne verá la salvación de Dios».

Palabra del Señor

 

Meditación:

Partir desde lo humano. El Adviento, tiempo de renovación y de nuevo comienzo en el camino hacia Dios, nos ayuda a redescubrir nuestra propia verdad. Así se manifiesta en la invitación que el profeta Isaías hace al pueblo oprimido y desterrado en Babilonia para que desande tras los pasos de su exilio y regrese a la tierra de la libertad y la alabanza a Dios. La figura de Juan el Bautista, “el más grande entre los nacidos de mujer”, nos confirma esta llamada a la integridad de nuestro ser, en la espera al Señor que viene.

Figura central de este evangelio es Juan el Bautista, quien continúa la tradición de los profetas del Antiguo Testamento. Ellos hablaban en nombre de Dios para trasmitir palabras de corrección y esperanza a su pueblo. El desierto y el río Jordán también evocan la historia de Israel hasta su entrada en la tierra prometida. Son también imágenes de la purificación necesaria para adorar en libertad al Señor. Otros textos nos presentan también el estilo de vida y el modo de vestir del Bautista, que recuerdan a Elías, icono del profetismo hebraico. Juan anuncia y celebra un bautismo de penitencia, que muchos reciben. También nos recuerdan la naturalidad de Adán, el primer hombre, quien debe ser purificado para volver al estado de inocencia original a antes de su caída. Así que el anuncio de hoy es la necesidad que tenemos de pasar también nosotros por la purificación interior y exterior, simbolizada en el bautismo de penitencia y preparación.

Así es como al comienzo del Adviento el anuncio del Bautista nos dispone para recibir a Cristo. Hemos de enderezar lo que en nosotros está torcido, reparar lo dañado, elevar lo hundido y abajar lo elevado. Son símbolos de nuestra existencia, que deben ser transformadas por la Palabra divina y a la conversión. Démonos cuenta que necesitamos dar este paso. Nos hace falta abajar la altura de nuestra soberbia y autosuficiencia, al tiempo que nos elevamos desde la mediocridad y la falta de amor. Lo tortuoso en nuestra vida debe ser enderezado y convertido en camino para ir al encuentro de Cristo.

¿Cuáles son esas cobardías, faltas de generosidad y la poca estima que debo elevar en este tiempo?

¿Cuáles son esas alturas de mi propio ego que debo rebajar para volver a mi propia verdad?

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