El que obra la verdad, va a la luz, para que se manifieste
que sus obras están hechas según Dios.
Evangelio de Juan 3, 20
Sería fácil decir que esto es más de lo mismo: la fatalidad histórica de arar en el mar.
Pensaríamos que somos ingenuos, que nuestro esfuerzo es en vano, nuestra lucha infecunda y nuestro objetivo, inalcanzable.
Alguno diría que se rinde, que no cabe esperar más nada. Que habría que ser como los que arrebatan, que sólo nos queda pactar con su oscuridad.
Por eso, hoy más que nunca, hay que marcar la diferencia.
No se trata de dividir, sino de distinguir.
No usamos la moneda de separar un mismo pueblo en dos bandos. No hablamos de enfrentamiento ni de rebelión.
Se trata de una lucha más audaz, más lúcida y más profunda. La que hace cambia la historia.
Se trata de asumir con coraje el precio de la paz. De construir para ella puentes en medio de lo oscuro; de creer y anunciar que sí es posible alcanzarla, y darlo todo por ella.
Se trata de encender más de una luz que destelle en las tinieblas.
Y vencerlas.
Se trata de la resistencia firme y consciente ante lo que destruye, de hacer patente la dignidad.
Se trata de sostenerla entre el silencio que estremece y la palabra que desconcierta, de presentarnos con la mirada limpia ante quien no sabe mirar.
Se trata del coraje de ser distintos, de llamar por su nombre al mal, de serle una presencia insoportable.
Se trata de atrevernos a ser incómodos para el egoísmo, un escollo infranqueable para las fuerzas del infierno.
Hablamos de una lucha espiritual.
Es comenzar este día tomando fuerzas desde lo más profundo, desde una conciencia que no claudica.
Es marcar la diferencia con obras y palabras, mostrar que es más fuerte lo que no se negocia… una esperanza que se hace evidente en lo que somos ahora mismo.
Sostener este terco empeño hasta dejar desarmada la mezquindad, de insistir una y otra vez en una vida diferente, de mostrarla en nosotros y no cansarnos en involucrar a más, siempre a muchos más.
Sólo desde allí mantener el compromiso, no soltar el arado a medio camino.
Que en este crisol nos despojemos de toda escoria hasta que brille lo más puro: Eso que nadie nos podrá arrebatar.
Esta decisión comienza ahora en mí, en ti. El resultado dependerá de esta respuesta que no hay que buscarla en otras partes: Nos toca a nosotros componerla y hacerla germinar.