La Palabra del domingo: Ir más allá
Domingo 32º del tiempo ordinario
† Lectura del santo Evangelio
según san Marcos (12, 18-27)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, fueron a ver a Jesús algunos de los saduceos, los cuales afirman que los muertos no resucitan,y le dijeron:
“Maestro, Moisés nos dejó escrito que si un hombre muere dejando a su viuda sin hijos, que la tome por mujer el hermano del que murió para darle descendencia a su hermano. Había una vez siete hermanos, el primero de los cuales se casó y murió sin dejar hijos. El segundo se casó con la viuda y murió también, sin dejar hijos; lo mismo el tercero. Los siete se casaron con ella y ninguno de ellos dejó descendencia. Por último, después de todos, murió también la mujer. El día de la resurrección, cuando resuciten de entre los muertos, ¿de cuál de los siete será mujer? Porque fue mujer de los siete”.
Jesús les contestó:
“Están en un error, porque no entienden las Escrituras ni el poder de Dios. Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni los hombres tendrán mujer ni las mujeres marido, sino que serán como los ángeles del cielo. Y en cuanto al hecho de que los muertos resucitan, ¿acaso no han leído en el libro de Moisés aquel pasaje de la zarza, en que Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob?Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. Están,pues, muy equivocados”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario:
Más allá nos pide ir Jesús. Mientras los saduceos limitan su esperanza a la realidad pasajera, pretendiendo sujetarla a través de normas materialistas, Jesús nos invita a descubrir la realidad que nos trasciende. Esto aplica para la esperanza última en la vida eterna, por supuesto, pero también nos habla de abrir nuestra esperanza hacia un «más allá de toda cosa» que encontramos en cada momento presente: no apegarnos a nada, no considerar ninguna situación transitoria como nuestro último fin.
¿Pongo mi corazón en las realidades de este mundo o en la eternidad?
¡Cuánto nos cuesta asimilar las grandezas que Dios puede realizar! Nos quedamos demasiado cortos de miras, juzgando sus manifestaciones desde la lógica de nuestros razonamientos tan limitados. Así los saduceos, que no podían concebir la resurrección y se quedaban atrapados en el laberinto de sus propias especulaciones. El que lo ha creado todo de la nada, ¿acaso no será capaz de dar vida plena a los que mueren en Él? Nos aparece el desafío de superar nuestra propia estrechez de pensamientos para abrirnos a la grandeza de Dios que espera manifestarse en nuestra vida.
¿Cómo puedo ir al paso de las manifestaciones siempre nuevas y sorprendentes de Dios?
Los saduceos se preocupaban por el «cómo» de la resurrección. Así quedaban atrapados en su propia incerteza. Jesús, en cambio, mira el «quién»: Para Dios valen las personas que Él ha creado para la eternidad. Es un Dios de vivos, no de muertos en sus propios criterios. No perdamos la fascinación por ir hacia el Dios de la vida en plenitud. Que la esperanza nos mantenga en Él.
¿Vivo la «fascinación» por el Dios de la vida o me la dejo arrancar por las preocupaciones pasajeras?