La Palabra del domingo: Gracias
Domingo 27º del tiempo ordinario
Evangelio: Lucas 17, 11-19
«¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?»
Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.»Al verlos, les dijo: «Id a presentaros a los sacerdotes.»Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias.Éste era un samaritano.Jesús tomó la palabra y dijo: «¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?»Y le dijo: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado.»
Comentario:
«Gracias», una palabra que muchos pueden decir por cortesía o mero formalismo, pero que encierra en sí una realidad profunda y transformadora. Porque el que abre los ojos hacia la realidad sobrenatural descubre verdaderamente que «todo es gracia», y se pregunta maravillado «¿Qué tengo que no haya recibido?», como san Pablo decía los nuevos creyentes (1Co 4, 7). Todo nos viene de parte de Dios, también de parte del amor y el esfuerzo de quienes comparten su vida con nosotros.
¿Cómo responderé a todas las gracias que recibo de Dios y de los demás?
La primera lectura nos pone el ejemplo de Naamán, el pagano que luego de recibir la sanación del Señor pide llevar consigo un poco de tierra del lugar santo para seguir ofreciéndole culto. En el evangelio, el samaritano sanado es el único que recibe también la salvación por parte de Jesús. Así nos muestran las lecturas que el mejor tributo que podemos ofrecer en correspondencia a las maravillas que recibimos es ofrecer nuestra propia adoración, que como cristianos experimentamos en la «Acción de gracias» por excelencia, la Eucaristía.
¿Participo de la Eucaristía con espíritu de gratitud y alabanza?
No es lo mismo ser sanado que ser salvado. Podemos recibir los dones de Dios sin que por ello correspondamos con nuestra adhesión y seguimiento a él, como los nueve leprosos que no volvieron donde Jesús. En cambio, la actitud del agradecido nos muestra que cuando entramos en la presencia del Señor encontramos nuestra plenitud y todo cobra sentido. ¡Que también a nosotros nos diga el Señor: «Tu fe te ha salvado»!