Palabra de Vida diciembre 2012

Palabra de Vida diciembre 2012

destello

¿Cómo se te presenta diciembre con el Adviento?

Mañana empezaremos un nuevo Año Litúrgico con el primer domingo de Adviento, tiempo de esperanza: necesitamos no un salvador, sino al Salvador. Tiempo de ilusión al prepararnos, sobre todo interiormente, para la Navidad, para dejar que Cristo nazca en cada corazón y en medio de nosotros.

Antes, dentro de unos días, celebraremos el 10º aniversario de la visita de Chiara Lubich a España, durante la cual, además, dio inicio a una “semilla” de “ciudadela de testimonio”, la ciudadela “Castillo exterior”, donde por el amor recíproco entre los que nos hemos ido viniendo a vivir aquí, tratamos de hacer realidad concreta por el amor recíproco y llenar nuestro mundo de él.

Para preparar bien la Navidad, nos ayudará el recién publicado, (y ya best seller), tomo 1º de la trilogía “Jesús de Nazaret” del Papa, (me ha encantado; breve; profundo y sencillo; sin las tonterías que, tan banales o tendenciosos como siempre, han vertido algunos medios de comunicación), además de la Palabra de vida del mes:

 

PALABRA DE VIDA – diciembre 2012

 

«A cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios»

(Jn 1, 12)

 

Aquí está la gran novedad anunciada y dada por Jesús a la humanidad: la filiación divina, ser hijos de Dios por gracia.

 

¿Cómo y a quién se le da esta gracia? “A cuantos lo recibieron” y a cuantos lo reciban a lo largo de los siglos. Es necesario acogerlo en la fe y en el amor, creyendo en Jesús como nuestro Salvador. Pero tratemos de comprender más en profundidad qué significa ser hijo de Dios.

 

Basta mirar a Jesús, el Hijo de Dios, y su relación con el Padre: Jesús rezaba a su Padre como en el “Padrenuestro”. Para Él, el Padre era “Abbá, es decir, el papá a quien Él se dirigía con palabras de infinita confianza e inmenso amor.

 

Ya que había venido a la tierra por nosotros, no le bastó encontrarse en esta condición privilegiada. Al morir por nosotros, al redimirnos, nos ha hecho hijos de Dios, hermanas y hermanos suyos, y nos ha dado a nosotros también, a través del Espíritu Santo, la posibilidad de introducirnos en el seno de la Trinidad. De este modo para nosotros también se ha hecho posible esa invocación divina suya «¡Abbá, Padre!» (Mc 14, 36; Rom 8, 15), es decir, “papá, padre mío”, nuestro, con todo lo que eso conlleva: certeza de su protección, seguridad, abandono a su amor, consuelos divinos, fuerza, ardor; ardor que nace en el corazón de quien está seguro de ser amado.

 

«A cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios».

 

Lo que nos hace uno con Cristo, y con Él hijos en el Hijo, es el bautismo y la vida de la gracia que proviene de él.

 

En este pasaje del Evangelio hay, además, una palabra que desvela también el dinamismo profundo de esta “filiación” que hay que realizar día tras día. De hecho, es necesario “ser hijos de Dios”.

 

Se llega a ser, se crece como hijos de Dios, con nuestra correspondencia a su don, viviendo su voluntad que está toda concentrada en el mandamiento del amor: amor a Dios y amor a los prójimos.

 

Acoger a Jesús significa, de hecho, reconocerlo en todos nuestros prójimos. Y ellos también tendrán la posibilidad de reconocer a Jesús y creer en Él si en nuestro amor por ellos descubren una huella, una chispa del amor infinito del Padre.

 

«A cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios».

 

En este mes en el que recordamos especialmente el nacimiento de Jesús en esta tierra, tratemos de acogernos recíprocamente, viviendo y sirviendo al mismo Cristo los unos en los otros.

 

Y entonces una reciprocidad de amor, de conocimiento de vida como la que vincula al Hijo con el Padre en el Espíritu, se instaurará también entre nosotros y el Padre y sentiremos que cada vez más en nuestro labios aflora la invocación de Jesús: «¡Abbá, Padre!».

 

Chiara Lubich

 

 

Alguna de mis EXPERIENCIAS tratando de practicar la Palabra de noviembre:

1.-     Como te comenté, un “filón” para practicar la PdV de este mes para mí está siendo el “contemplar” la “morada” de Dios en mí y en los demás (“… y haremos morada en Él”, dice Jesús; “…su manifestación no sería ni espectacular ni externa. Sería una sencilla, extraordinaria “venida” de la Trinidad al corazón del fiel, que se hace realidad donde hay fe y amor…”, afirma el comentario de la PdV). P. ej.: al santiguarme…, despacio y consciente de la presencia de Dios en mí, tratando de que sea relación, relación de amor y diálogo, (y adoración), con el Padre y con el Hijo y con el Espíritu. Eso , a la vez, me hacía consciente de que no me podía quedar ahí: tenía que realizar en seguida un acto concreto de amor al prójimo más cercano (porque “donde hay caridad y amor, allí está Dios”); así, p.ej., tras rezar el Ángelus en el descanso del trabajo antes del “piscolabis” de media mañana, procuraba en seguida tener alguna atención con alguno.

Y en los demás… P. ej.: he estado más atento a cada persona, tratando de “mirar” su alma a través de sus ojos. Así, el otro día, me di cuenta que la señora rumana que, al salir de casa, me cruzo en dirección contraria estaba triste, (aunque todavía hay poca luz porque está amaneciendo). Siempre viene seria, sí, como tanta gente a la que saludo cada día, pero, tras mi “buenos días”, sonríe. Esta vez, era una sonrisa ficticia. Como ella va con mucha prisa, no la paro. Al día, siguiente, ya cuando la vi a lo lejos empiezo a preguntarle mientras nos vamos cruzando, (son unos segundos cada día), pues va siempre con mucha prisa. Por ello, en casa rebusqué el papelito que una vez me dio, con su tlf. y correo, (por si le encontraba otro trabajo). Lo encontré y le escribí; me contestósorprendida: …no tengo el alquiler pagado, tengo dar para luz, estoy disperada. Ahora, no lo se como puedo salir. Ahora me entiendes por que tengo la cara muy triste. GRACIAS POR PREOCUPARSE…”.

 

2.-     Excursión por la sierra: frío y mucha niebla. Uno de los compañeros había olvidado sus guantes y a mitad del camino empezó a resoplarse los dedos. Yo tengo sólo un guante y se lo presté para el resto del trayecto. Me “tomó el pelo” familiarmente: “¿has traído sólo uno por ahorrar”?, (tengo “fama” de austero…). En realidad perdí el otro hará años; mi madre cuando lo supo, meses después me regaló un par, que me venían “un pelín” grandes, pero ya se los había regalado a otro compañero que los necesitaba.

Acabé con las manos que ni podía marcar con el móvil, pero con el corazón feliz.

 

3.-     La otra tarde volvía yo con el tiempo justo para alcanzar el tren: al entrar en la estación de Chamartín, vi que me quedaba un minuto escaso y el largo vestíbulo por delante.

Me cruzo con una señora conocida. Parece que ella no me veía, así que me vino la tentación de pasar de largo, sin saludar para no detenerme. Preferí saludar y pararme, aunque me arriesgase a perder el tren. Ella tenía prisa, así que sólo fueron unos segundos.

A los pocos metros me encuentro con un simpático comercial que ofrece tarjetas de banco, al que ya llevo saludando ahí varios días, (resulta ser, además, una persona bastante religiosa); como ya tengo confianza con él, pensé decirle “a correvuela” esta vez: “¡que pierdo el tren!”. Elegí, en cambio, sonreír sin prisa, saludarle… y… quiso contarme alguna cosa… Naturalmente perdí el tren, (pero suele haber uno cada media hora, ¡eh!). En realidad, (¡por una vez!), tampoco tenía yo otra tarea inmediata allí al llegar.

Me alegré, (¿signo de la “morada” de Dios también en mí?): en cualquier caso, son más importantes las personas (imagen de Dios y llamados a ser “morada” suya), que los trenes y los horarios.

 

Ahora compartimos algunas experiencias de los que siguen estas publicaciones y ponen en práctica la Palabra de Vida:

1.-      “…En el pueblo me encontré con una mujer, una madre afligida porque su hija se había ido a vivir con un muchacho. Le aconsejé lo mejor que supe: que perdone para ir a la iglesia, rezar, encargar oraciones. Pero me contestó que si hacía así, iba a estar en boca de todos, y empezarían con habladurías de qué tipo de pecados hizo en su juventud si necesita el perdón de Dios…

Le dije que debería hablar con un psiquiatra o un psicólogo, pues sufría insomnio. Pero pensé que necesitaba un psicólogo cristiano y me atreví a recomendarle que charlara con una amiga del grupo de Palabra de Vida, que estudió psicología. No sólo le dijo que tenía que perdonar, sino además amar. La madre se quedó al final convencida de que, en primer lugar, es necesario resolver los problemas espirituales: después de tantos años, fue a confesarse y comulgar y manifestó su decisión de no alejarse de estos sacramentos”.

 

2.-        “…en el estacionamiento conocí a algunas señoras y me enteré de que una de ellas tenía una hija que sufre de cirrosis. Nos hicimos amigas. Más de una vez luego me llamó para contarme sus problemas. Vi que no era suficiente darle consejo y consuelo, sino que necesitaba una ayuda concreta: a su hija tenían que hacerle unas pruebas costosas y no tenía dinero. Así que empezamos a buscar a conocidos y amigos para reunir la cantidad. Así, la hija pudo hacerse las pruebas y nació una hermosa relación también con ella. Experimentó que hay bondad en el mundo, que hay gente que se preocupa por los demás. Así que, se abre y nos habla de su sufrimiento.

El amor que recibió, la cambió: «en la ya larga estancia en el hospital, -dijo-, antes me comporté mal con las enfermeras, hablaba irrespetuosamente. Ahora, desde hace algún tiempo, comencé a respetar y comportarme».

Mientras tanto, murió, pero con el alma en paz, gracias –según aclaró– al sufrimiento aceptado con amor que conoció en el último período de su vida. Su madre y yo…

 

3.-     “…Gracias por tus envíos, que tanto nos aprovechan.

Nosotros, bien. Se acaba de ir al Cielo mi hermana mayor: ha sido su muerte una caricia del Señor. Estaba muy enferma y quiso que la llevaran a la Misa de Ordenación de unos seminaristas de quien había sido profesora. En el momento de la Comunión la subieron al altar con su sillita de ruedas, recibió al Señor, y «dejó de respirar», según palabras de su sobrino, que tanto la quiso.

Este hecho, tan inesperado fue presenciado por una numerosa concurrencia; quedaron todos edificados, viendo cómo el Señor había llamado a su sierva fiel, de una forma tan dulce. Ayúdanos a darle gracias a Dios…

 

4.-     “…personalmente me quedaría con esta parte de la PdV: “¿Cómo llegar hasta el punto en que el Padre mismo nos ame y la Trinidad habite en nosotros? Poniendo en práctica con todo nuestro corazón, con radicalidad y perseverancia el amor recíproco entre nosotros”.

Durante este mes, está mi abuelo en nuestra casa, 92 años, (ha vivido la guerra, la post-guerra y demás carencias; su padre murió meses antes de nacer él: un sinfín de dolor y una vida muy marcada por la falta de afecto). Desgasta muchísimo tenerlo en casa y no es nada cariñoso, pero nos hemos propuesto callarnos a las tonterías que diga, en definitiva, Amarlo porque él es mi prójimo más cercano y, la verdad, uno va viendo cómo se apaga la vida, pero también que si se hace bien, como Dios lo pide, te queda esa Paz que Él promete (“y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él”)… 

 

5.-     “…confié en Dios y quise servir con amor a alguien, un conocido del pueblo, que tenía una tarea pendiente en la ciudad, aunque no sabía yo cómo hacerlo. Parecía complicado, yo no estaba familiarizado con el problema, pero recordé que si estoy dispuesto a hacer un acto concreto de amor, Dios me muestra lo que debo hacer.

Me iluminó primero para empezar por dar una llamada, desde allí me dirigieron a una web en la que pude especificar por escrito el problema en cuestión. Y el problema se resolvió, en efecto, muy rápidamente…

 

 

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