Lo que olvidaron estas Olimpiadas

Lo que olvidaron estas Olimpiadas

Padre Christian Díaz Yepes

Recientemente han concluido los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Una vez más comprobamos cómo la humanidad entera puede encontrarse para mostrar lo mejor de sí misma en un aspecto de la vida. Hombres y mujeres provenientes de naciones que han estado o siguen estando enfrentadas se daban la mano y el público universal supo aplaudir a los más diestros y respetar a quienes no les fue tan bien. Todo esto evidencia la nobleza de estos acontecimientos, de los cuales no debe olvidarse su vocación originaria y su sentido más profundo.

Hace ya algunos años el teólogo Ratzinger, hoy Papa Benedicto XVI, supo profundizar en el sentido trascendente del deporte. Al comentar la fascinación que tantos experimentan, por ejemplo, con el fútbol, Ratzinger deduce que ella responde a que el deporte sabe unir dos sentidos: la necesidad humana de autodisciplinarse y la colaboración con los otros dentro de un equipo. Así se ve que el hombre se puede enfrentar de forma noble a los otros. Por todo esto el juego ayuda a las personas, sobre todo cuando somos niños, a entrenarnos para la vida. En la misma Biblia no faltan referencias al deporte como imagen del camino espiritual del ser humano, como cuando san Pablo anima a los cristianos a imitar la constancia de los antiguos atletas griegos en sus entrenamientos para adiestrarnos igualmente en los valores del espíritu.  Sin embargo, el mismo Ratzinger advertía en su referida reflexión que hay ciertos intereses oscuros, como la mera espectacularidad y el mercantilismo, que pueden ensombrecer el sentido profundo del deporte. Por eso la humanidad debe estar siempre precavida para no dejar de encontrar en él un camino para el desarrollo de su libertad.

De los Juegos Olímpicos que acaban de concluir a muchos nos ha gustado encontrar nuevamente presente el espíritu de fraternidad universal, concretizado en el respeto y la valoración común. Sin embargo, también hemos podido notar un cierto descuido de lo esencial en favor de una sobrevaloración de lo ostentoso, el consumismo y la manipulación política. Por ejemplo en la ceremonia de inauguración, ciertos modelos culturales expuestos por el país anfitrión se alejaban mucho del espíritu olímpico de la integridad de la persona, así como la ostentación de esa misma ceremonia no se correspondía con la solidaridad que exige un contexto de crisis mundial y de profunda pobreza en tantos puntos de la tierra. Igualmente el manejo político que algunos regímenes hacen de sus atletas dista mucho del verdadero espíritu olímpico. Los deportistas no deben ser presentados como modelos para favorecer el consumo ni para abanderar algún partido, sino que se debe destacar en ellos el valor de unas destrezas adquiridas con esfuerzo, disciplina y esperanza. Todo esto deja en evidencia que debemos estar cada vez más atentos a las desviaciones que acechan contra el sentido genuino del deporte.

Vale la pena recordar que cuando Pierre De Coubertin tuvo la inspiración de unas Olimpiadas modernas contó con el apoyo y la solicitud del Papa Pío X, quien supo identificar en estos acontecimientos una oportunidad privilegiada para fomentar los valores humanos de la convivencia, la solidaridad y el desarrollo humano. En ese tiempo era menos del 1% de la población mundial la que practicaba alguna clase de deporte, pues ello estaba reservado únicamente a las clases altas y al mundo militar. El compromiso de Pío X con Coubertin le costó dolores e incomprensiones, pero no cejó en apoyar una iniciativa que bien podía ayudar a mostrar lo más noble del ser humano. Antonella Stelitano, autora del libro “San Pío X y el deporte”, comenta que el Pontifice  “vio la posibilidad de que el deporte fuera educativo”, y pudiera ser “una forma de acercar a los jóvenes, para que estando juntos siguieran unan reglas y respetaran al adversario. Él entendió que era posible hacer que las personas estuvieran juntas de una forma muy simple, unirlas sin problemas de raza, religión o ideas políticas diferentes”.

Este espíritu fundacional de las Olimpiadas debe ponerse de relieve continuamente, y todos, tanto atletas como espectadores, debemos valorar cuando está presente y alertar cuando se ve amenazado. Los “intereses sombríos” que, a decir de nuestro Papa Benedicto, acechan al deporte, no sólo ponen en peligro la diversión de algunas personas, sino que evidencian cuanto puede atentar contra los intentos de ennoblecer a la humanidad. Estemos atentos y ayudemos para que siempre prevalezca el sentido más alto de toda actividad humana, especialmente cuando ella puede favorecer a la formación integral de las nuevas generaciones.

 

3 comentarios sobre “Lo que olvidaron estas Olimpiadas

  1. Si el deporte responde a esa «condición humana» que lleva al hombre a autodisciplinarse y trabajar en equipo, las olimpíadas son entonces la guerra hecha por otros medios, hermoso y sombrío a la vez…
    en occidente el deporte pareciera ocupar el espacio vacío que la experiencia religiosa de masas a dejado… y los atletas (de unos deportes más que otros) son los nuevos dioses de esa religión…! Habría que preguntar quienes son los clérigos de la misma…
    Después de ver algo de la ceremonia de inauguración y cierre, de repente sentí la profunda necesidad de darle gracias a Dios por lo que Gran Bretaña a hecho por el mundo… sin duda, ya no hay nadie que recuerde las ceremonia de inauguración de aquella Olimpíada que fue transmitida por primera vez en TV… y que mostraba la superioridad de la cultura aria… en resumen, las Olimpiadas son un nodo más en el entramado sistema de las relaciones de poder que pone de manifiesto los intereses hegemónicos del mundo…

    Sí, creo que las olimpíadas muestran esos oscuros aspectos de la «naturaleza humana» que siempre nos acompañarán…!

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    1. Gracias, Francisco, por tu comentario. Sólo discrepo de ti en que siempre nos acompañarán los aspectos oscuros de nuestra naturaleza. La gracia de Dios nos perfecciona, y en este camino estamos comprometidos. Hay en la historia muchos testimonios de cómo las sociedades han ido purificándose de sus sombras, si bien estas pueden reaqparecer en momentos de descuido de lo esencial. Lo importante es no «bajar la guardia» y volver a mejorarnos una y otra vez

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  2. Me encantó su comentario, padre.Muy cierto esa reflexión y sobre todo cuando el enfoque de los juegos se dé desde la solidaridad, el respeto y la hermandad y no desde otro punto de vista que puedan dañar su objetividad.
    Gracias padre por compartir esta acertadísima opinión,
    Nieves

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