Padre Christian Díaz Yepes
Revista Palabra y Vida,
Caracas, junio 2012
Recientemente me reglaron la reproducción de una pintura sobre una vasija griega en la que se representa a Ulises atado al mástil de su barca mientras se tapa los oídos con cera para no sucumbir ante el canto de las sirenas. He agradecido mucho este regalo porque me ha vuelto a recordar a mi amigo el poeta Horacio, quien en el siglo I a.C. comentaba en una carta todo lo que el personaje mitológico tuvo que enfrentar para llegar a su esperado destino. “Sapere aude!” Expresaba Horacio al recordar las aventuras de Ulises: “¡Atrévete a pensar!”
Cuando tenemos que hacer frente a las tendencias comunes de nuestro entorno lo más fácil es claudicar, desanimarnos, dejarnos llevar por la “mayoría”. Sin embargo, la actitud cristiana debe ser completamente distinta. Nos dice Jesucristo: “En el mundo tendrán tribulación, pero ánimo: ¡Yo he vencido al mundo!” (Jn 16, 33). Las aventuras de Ulises, magistralmente narradas por el poeta Homero en La Odisea, son el símbolo del hombre que se sobrepone ante las más diversas adversidades para alcanzar el encuentro con lo que ama. Para superar las diversas dificultades, él usa todas sus fuerzas, comenzando por aquella que le hace verdaderamente humano: su razón.
Ulises se atreve a pensar. Dando uso a su ingenio logra superar adversidades ante las que otros sucumbían con tanta facilidad. Así alcanza el puerto esperado y se encuentra nuevamente con su reino, con su hogar y con sus seres queridos. La invitación “Sapere aude!”, “¡Atrévete a pensar!”, resuena hoy con fuerza ante nuestras conciencias que pueden dejarse adormecer en una época de relativismo y “pensamiento débil”, como la definen algunos filósofos actuales. Quien se deja llevar antes de empezar a usar su ingenio cae fácilmente como víctima de la manipulación y de la masificación. Por eso es un reto para nosotros hoy vivir nuestra fe cristiana desde un uso adecuado y continuo de nuestra capacidad de razonar. “Estén siempre dispuestos a dar razón de su fe”, nos dice san Pedro a los cristianos (1Pe 3,15). Nuestro amor a Dios tiene que manifestarse a través de la vida de quienes se atreven a pensar y dan razón de su propia fe.
“Sapere aude!”, “¡Atrévete a pensar!..”. es una invitación que se nos dirige también a nosotros hoy. No basta con que digamos que tenemos fe. No basta ni siquiera con hacer un poco de bien, rezar alguna oración. Es necesario que aprendamos a cuestionar tanto sinsentido que hallamos a nuestro alrededor y sepamos iluminarlo con la luz de nuestra fe. Vivimos en un mundo que camina ciego detrás de antivalores, consumismo, querer quedar bien con todos. Por eso tenemos que ser capaces de cuestionar todas esas realidades y ofrecer respuestas ciertas desde lo que nos enseña el Evangelio. ¿Por qué tenemos que aceptar las cosas así como así? ¿Acaso tengo que repetir las opiniones de la mayoría sólo porque están de moda? ¿Cuál es el fin último que me ofrece esta o aquella elección?
Día a día en nuestra vida no sigamos tan fácilmente lo que se nos impone. Atrevámonos a pensar sometiendo cada cosa al juicio del Evangelio. Veremos cuán fácilmente caen por su propio peso las propuestas que no se corresponden a su enseñanza. Si avanzamos por el camino de la verdad sabremos superar cada obstáculo del camino y, como el gran Ulises, alcanzaremos la esperada meta de la felicidad en compañía de los que amamos.