El valor del ahora mismo

El valor del ahora mismo

Revista “Palabra y Vida”,

Caracas, mayo 2012

                Recientemente encontré en los Jardines Topotepuy, en El Hatillo,  un instrumento maravilloso: un reloj de sol. Por un rato estuve contemplando sus partes y signos tan arcanos. Me dio la oportunidad de reflexionar sobre el tiempo de la vida y lo que hacemos con él. En la parte inferior de la circunferencia del reloj pude notar cómo la sucesión de las horas se suspendía en un vacío correspondiente a la noche, en el cual se ubicaban dos palabras latinas que le dieron el sentido a mi reflexión: Carpe diem.

Recordé que el poeta romano Horacio (siglo I) fue el autor de la sentenciaCarpe diem, la cual se encuentra al inicio de sus famosas Odas (I, 11). Estas palabras significan Aprovecha el día cuida tu tiempo, y han resonado a través de los siglos en la conciencia de tantos hombres y mujeres de valor. Carpe diem, me dije a mí mismo… ¡Cuánta falta nos hace recordar este desafío!

Cada día pasa con la sucesión de sus horas, como la sombra de ese reloj solar que va cubriendo con su oscuridad nuestra existencia. Los griegos identificaron el tiempo con el dios Cronos, que fue devorando uno a uno a sus hijos antes de que pudieran crecer. Qué imagen tan dura para representar lo que el tiempo es capaz de hacer con nuestras vidas: es como un padre que nos hace existir, pero nos consume antes de que seamos lo suficientemente maduros. Esta fatalidad, sin embargo, no tiene sentido cuando vivimos en la libertad cristiana.

“Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo nacido de mujer…” nos dice la Carta a los Gálatas (4, 4). La venida de Cristo a nuestro mundo ha supuesto el llevar a plenitud todo tiempo. El curso fluctuante de la historia de los hombres ha alcanzado su sentido. Ya no hay nada más que esperar. Cuando respondemos sinceramente al llamado de Cristo que nos invita a seguirle, también nuestra existencia toma parte de esa plenitud que se ha desencadenado sobre el mundo, nuestra vida entra en la dimensión de la eternidad y cada una de nuestras acciones puede manifestarla. Carpe diem, recordé: Viviendo cada momento con sentido pleno también nosotros nos mantenemos en ese “tiempo absoluto” en el que Cristo nos invita a vivir: “No se preocupen por el día de mañana, pues ése traerá sus propios afanes. A cada día le bastan sus propios problemas” (Mateo 6, 34).

La pieza fundamental del reloj solar es la señal erguida hacia el norte que se llama “gnomo” o “indicador”. Sobre ella va desplazándose el sol arrojando una sombra cada vez más grande sobre la circunferencia de sus horas. Sin embargo, el gnomo no cambia de lugar, sino que permanece firme apuntando hacia el norte. Cuando vivimos continuamente inciertos sobre lo que vendrá o agobiados por lo que pasó corremos el riesgo de que se nos escape el tiempo de las manos. Nuestra vida puede llegar a ser todo eso que pasaba mientras se perdía nuestra mirada en tantas otras cosas. En cambio, si vivimos día a día concentrados en el presente, nos mantenemos como el indicador sobre el cual pasan los movimientos del sol y de sus horas mientras él permanece firme…

No  perdamos el norte, sigamos la enseñanza de Jesús y seamos nosotros los que marquemos rumbo al tiempo. ¡Carpe diem! repitámonos a nosotros mismos cuando advirtamos que divagamos en suposiciones inciertas sobre el futuro o en lamentaciones sobre el pasado. ¡Carpe diem! digámonos ahora mismo y dispongámonos a llenar de sentido el momento presente que tenemos que aprovechar.

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