Lectio Divina del Domingo 15 de enero de 2012

Lectio Divina del Domingo 15 de enero de 2012

Segundo Domingo del Tiempo Ordinario

 

Cristo y san Juan Evangelista

 Descarga en PDF: II Domingo del Tiempo Ordinario

LECTIO DIVINA

Al inicio del Tiempo Ordinario, las lecturas de este domingo nos presentan el tema de la llamada de Dios y el seguimiento a Él. Dios es la voz que misteriosamente llama al joven Samuel y es también la figura fascinante del Cordero a quienes los discípulos del Bautista empiezan a seguir. Su llamada es para entrar a compartir la intimidad de su vida divina y para hacernos comunicadores de esta experiencia a todos los que encontremos.

 

Primera Lectura

Lectura del primer libro de

Samuel (3, 3-10. 19)

En aquellos días, el joven Samuel servía en el templo a las órdenes del sacerdote Elí. Una noche, estando Elí acostado en su habitación y Samuel en la suya, dentro del santuario donde se encontraba el arca de Dios, el Señor llamó a Samuel y éste respondió: “Aquí estoy”.

Fue corriendo a donde estaba Elí y le dijo: “Aquí estoy. ¿Para qué me llamaste?” Respondió Elí: “Yo no te he llamado. Vuelve a acostarte”. Samuel se fue a acostar. Volvió el Señor a llamarlo y él se levantó, fue a donde estaba Elí y le dijo: “Aquí estoy. ¿Para qué me llamaste?” Respondió Elí: “No te he llamado, hijo mío. Vuelve a acostarte”.

Aún no conocía Samuel al Señor, pues la palabra del Señor no le había sido revelada. Por tercera vez llamó el Señor a Samuel; éste se levantó, fue a donde estaba Elí y le dijo: “Aquí estoy. ¿Para qué me llamaste?”.

Entonces comprendió Elí que era el Señor quien llamaba al joven y dijo a Samuel: “Ve a acostarte y si te llama alguien responde: ‘Habla, Señor; tu siervo te escucha’ ”. Y Samuel se fue a acostar.

De nuevo el Señor se presentó y lo llamó como antes: “Samuel, Samuel”. Este respondió: “Habla, Señor; tu siervo te escucha”. Samuel creció y el Señor estaba con él. Y todo lo que el Señor le decía, se cumplía.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

 

Salmo Responsorial Salmo 39

Aquí estoy, Señor,

para hacer tu voluntad.

Esperé en el Señor con gran confianza; él se inclinó hacia mí y escuchó mis plegarias. El me puso en la boca un canto nuevo, un himno a nuestro Dios.

Aquí estoy, Señor,

para hacer tu voluntad.

Sacrificios y ofrendas no quisiste, abriste, en cambio, mis oídos a tu voz. No exigiste holocaustos por la culpa, así que dije: “Aquí estoy”.

Aquí estoy, Señor,

para hacer tu voluntad.

En tus libros se me ordena hacer tu voluntad; esto es, Señor, lo que deseo: tu ley en medio de mi corazón.

Aquí estoy, Señor,

para hacer tu voluntad.

He anunciado tu justicia en la gran asamblea; no he cerrado mis labios, tú lo sabes, Señor.

Aquí estoy, Señor,

para hacer tu voluntad.

 

Segunda Lectura

Lectura de la primera carta

del apóstol san Pablo a los

corintios (6, 13-15. 17-20)

Hermanos:

El cuerpo no es para fornicar, sino para servir al Señor; y el Señor, para santificar el cuerpo. Dios resucitó al Señor y nos resucitará también a nosotros con su poder. ¿No saben ustedes que sus cuerpos son miembros de Cristo? Y el que se une al Señor, se hace un solo espíritu con él. Huyan, por tanto, de la fornicación. Cualquier otro pecado que cometa una persona, queda fuera de su cuerpo; pero el que fornica, peca contra su propio cuerpo.

¿O es que no saben ustedes que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, que han recibido de Dios y habita en ustedes? No son ustedes sus propios dueños, porque Dios los ha comprado a un precio muy caro. Glorifiquen, pues, a Dios con el cuerpo.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

 

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.

Hemos encontrado a Cristo, el Mesías. La gracia y la verdad nos han llegado por él.

Aleluya.

 

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Juan (1, 35-42)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, estaba Juan el Bautista con dos de sus discípulos, y fijando los ojos en Jesús, que pasaba, dijo:

“Este es el Cordero de Dios”.

Los dos discípulos, al oír estas palabras, siguieron a Jesús. El se volvió hacia ellos, y viendo que lo seguían, les preguntó:

“¿Qué buscan?”

Ellos le contestaron:

“¿Dónde vives, Rabí?” (Rabí significa “maestro”).

El les dijo:

“Vengan a ver”.

Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Eran como las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron lo que Juan el Bautista decía y siguieron a Jesús. El primero a quien encontró Andrés, fue a su hermano Simón, y le dijo:

“Hemos encontrado al Mesías”(que quiere decir “el Ungido”).

Lo llevó a donde estaba Jesús y éste fijando en él la mirada, le dijo: “Tú eres Simón, hijo de Juan. Tú te llamarás Kefás” (que significa Pedro, es decir “roca”).

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

 

 

 

  1. I.                    MEDITATIO (Meditación):

Meditemos en el sentido de las lecturas…

Al inicio del Tiempo Ordinario, las lecturas de este domingo nos presentan el tema de la llamada de Dios y el seguimiento a Él. Dios es la voz que misteriosamente llama al joven Samuel y es también la figura fascinante del Cordero a quienes los discípulos del Bautista empiezan a seguir. Su llamada es para entrar a compartir la intimidad de su vida divina y para hacernos comunicadores de esta experiencia a todos los que encontremos.

 

La Primera Lectura nos enseña sobre la disposición fundamental que debemos tener ante la voz de Dios que nos llama: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”. Debemos atenderle y ponernos a la escucha de su Palabra. Ella nos hace crecer en gracia y nos ayuda a realizar nuestro propio designio de vida. “Habla, Señor”, le decimos nosotros hoy al escuchar de corazón esta Palabra suya que nos revela algo nuevo sobre Él y sobre nosotros mismos.

En el evangelio podemos ver cómo los discípulos del Bautista estaban a su escucha y atendían a sus palabras como a una misma enseñanza divina. Ante la proclamación que Juan hace de Jesús como el “Cordero de Dios”, ellos no dudan en dejar a su primer maestro e ir en pos de Aquel que es él señala como más grande. Se nos muestra así una primera disposición ante la llamada de Dios: Dejarlo todo para seguirle. Dios nos habla de diversos modos, pero no siempre estamos atentos a escucharle. Otras veces, habiendo entendido lo que Él nos comunica, no estamos dispuestos a seguirlo por encontrarnos demasiado apegados a nosotros mismos, a nuestros gustos y criterios, tan distintos a lo que Él nos propone. Son cosas que debemos posponer o hasta dejar del todo para poder ir tras la realidad divina que se nos quiere manifestar.

¿Qué buscan? Pregunta Jesús al verlos venir en pos de él. Es una pregunta que el Señor continúa dirigiendo a sus seguidores a través de los tiempos. Es casi como si nos dijera: ¿Acaso vienen a mí por lo que otros dicen? ¿O es por mera curiosidad? Ante la respuesta de los discípulos, Maestro ¿Dónde vives?, el Señor entiende su disposición a conocerle íntimamente y a entrar en una comunión de vida con él.

Vengan y verán, es su respuesta. El verbo ver en el evangelio de san Juan tiene una implicaciones muy importantes. Se refiere mucho más que al mero ejercicio de un sentido físico- más bien señala la capacidad de entrar en contacto con las realidades más profundas de Dios que se manifiestan en la historia humana. Al ir detrás de Jesús los discípulos empezarán a ver, es decir, ganarán esta capacidad de penetrar en los misterios divinos que se manifiestan en la vida de los hombres. A esto nos llama Dios, a desarrollar en su presencia esa profundidad, a pasar de la mera experiencia superficial de las cosas a una contemplación interior de su actuación en nuestra vida.

Una vez que los discípulos, término que significa seguidores, han entrado a morar con Jesús, se convierten en anunciadores de esta experiencia. El amor es siempre difusivo y busca expresarse a muchos más. Ellos se convierten así en evangelizadores que van transmitiendo la Buena Nueva a los que tienen más próximos. Andrés comunica a su hermano Simón que han encontrado al Mesías, y éste sale también a su encuentro. De este modo, Jesús también le llama y le asigna una nueva misión y una nueva identidad: Él será la roca sobre la que se asentará la nueva comunidad. Se nos muestra así que el llamado de Jesús nos hace descubrir también nuestra identidad más auténtica. Al seguirle nuestra vida gana una plenitud y un sentido nuevo.

Hoy también continúa llamando el Señor. Él pronuncia sobre ti su designio para que también tú descubras tu identidad más profunda y te conviertas en anunciador de esta vida nueva. ¿Estás atento a su voz? ¿Cómo respondes a esta invitación?

 

 

  1. II.                  ORATIO (Oración):

Oremos con san Agustín…

 

Señor y Dios mío,
mi única esperanza,
óyeme para que no sucumba al desaliento
y deje de buscarte.
Dame la gracia de que yo
ansíe siempre ver tu rostro
dame fuerzas para la búsqueda,
tú que hiciste que te encontrara
y que me has dado esperanzas
de un conocimiento más perfecto.
Ante tí está mi firmeza y mi debilidad
sana esta, conserva aquella,
ante tí está mi ciencia y mi ignorancia
si me abres, recibe al que entra,
si me cierras el postigo, recibe al que llama,
Haz que me acuerde de tí,
que te comprenda y te ame.
acrecienta en mí estos dones,
hasta mi cambio completo,
cuando arribemos a tu presencia,
cesarán estas muchas cosas
que ahora hablamos sin comprenderlas,
y tú permanecerás todo en todos,
y entonces, viviremos siempre,
alabándote unánimemente,
Y hechos en tí
también nosotros una sola cosa….

Amén

 

 

  1. III.           CONTEMPLATIO (Contemplación)

En la quietud de tu corazón, contempla al Señor

 

 

 

  1. IV.          ACTIO (Acción-Compromiso?

 

Hoy Dios me está llamando personalmente: Esta semana estaré atento a su voz y no temeré en posponerme a mí mismo para conocerle y seguirle

 

 

 

 

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