Lectio Divina del Domingo 18 de diciembre de 2011
Cuarto domingo de ADVIENTO
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Fray Angelico: «La Anunciación». Siglo XV.
LECTIO DIVINA
Viene a nosotros el Señor, respondiendo a la súplica que eleva el Profeta en la Primera Lectura y la que juntos entonamos al recitar el Salmo Responsorial. Esta venida es anunciada con fuerza por el mismo Jesús, quien declara a sus discípulos que volverá en gloria para pedir cuentas de lo que nos ha confiado. Al igual que los primeros cristianos que recordaban este anuncio con expectación, también hoy nosotros nos dejamos interpelar. Así iniciamos el Adviento como el tiempo de la espera dichosa del Señor, la luz y fin de nuestras vidas.
LECTIO (Lectura):
Leamos con calma y atención…
Lectura del segundo libro
de Samuel (7, 1-5. 8-12. 14. 16)
Tan pronto como el rey David se instaló en su palacio y el Señor le concedió descansar de todos los enemigos que lo rodeaban, el rey dijo al profeta Natán: “¿Te has dado cuenta de que yo vivo en una mansión de cedro, mientras el arca de Dios sigue alojada en una tienda de campaña?” Natán le respondió:
“Anda y haz todo lo que te dicte el corazón, porque el Señor está contigo”.
Aquella misma noche habló el Señor a Natán y le dijo: “Ve y dile a mi siervo David que el Señor le manda decir esto:
‘¿Piensas que vas a ser tú el que me construya una casa para que yo habite en ella? Yo te saqué de los apriscos y de andar tras las ovejas, para que fueras el jefe de mi pueblo, Israel. Yo estaré contigo en todo lo que emprendas, acabaré con tus enemigos y te haré tan famoso como los hombres más famosos de la tierra.
Le asignaré un lugar a mi pueblo, Israel; lo plantaré allí para que habite en su propia tierra. Vivirá tranquilo y sus enemigos ya no lo oprimirán más, como lo han venido haciendo desde los tiempos en que establecí jueces para gobernar a mi pueblo, Israel. Y a ti, David, te haré descansar de todos tus enemigos.
Además, yo, el Señor, te hago saber que te daré una dinastía; y cuando tus días se hayan cumplido y descanses para siempre con tus padres, engrandeceré a tu hijo, sangre de tu sangre, y consolidaré su reino. Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo. Tu casa y tu reino permanecerán para siempre ante mí, y tu trono será estable eternamente’ ”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial Salmo 88
Proclamaré sin cesar
la misericordia del Señor.
Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor y daré a conocer que su fidelidad es eterna, pues el Señor ha dicho: “Mi amor es para siempre y mi lealtad, más firme que los cielos.
Proclamaré sin cesar
la misericordia del Señor.
Un juramento hice a David, mi servidor, una alianza pacté con mi elegido: ‘Consolidaré tu dinastía para siempre y afianzaré tu trono eternamente’.
Proclamaré sin cesar
la misericordia del Señor.
El me podrá decir: ‘Tú eres mi padre, el Dios que me protege y que me salva’. Yo jamás le retiraré mi amor, ni violaré el juramento que le hice”.
Proclamaré sin cesar
la misericordia del Señor.
Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol
san Pablo a los Romanos
(16, 25-27)
Hermanos: A aquel que puede darles fuerzas para cumplir el Evangelio que yo he proclamado, predicando a Cristo, conforme a la revelación del misterio, mantenido en secreto durante siglos, y que ahora, en cumplimiento del designio eterno de Dios, ha quedado manifestado por las Sagradas Escrituras, para atraer a todas las naciones a la obediencia de la fe, al Dios único, infinitamente sabio, démosle gloria, porJesucristo,para siempre. Amén.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Yo soy la esclava del Señor; que se cumpla en mí lo que me has dicho.
Aleluya.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Lucas (1, 26-38)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María.
Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir semejante saludo.
El ángel le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin”.
María le dijo entonces al ángel:
“¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco virgen?” El ángel le contestó: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios.
Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios”. María contestó: “Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho”. Y el ángel se retiró de su presencia.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
MEDITATIO (Meditación)
Profundicemos en el sentido de estos textos…
Responde Dios a los anhelos más profundos de la humanidad: Su necesidad de alcanzar lo divino, su búsqueda incesante de la verdad y de la paz. Vemos en la Primera Lectura que esto es ofrecido por Dios a David como promesa para su descendencia, y es lo que acontece en María, quien responde afirmativamente a la voluntad divina al comienzo del Evangelio. Los textos de hoy nos sirven de preámbulo a la celebración de la Navidad: Ellos nos enseñan la adecuada disposición que debemos vivir para celebrarla en plenitud.
¿Pudiéramos acaso conseguir por nosotros mismos la salvación? ¿Serían capaces nuestras pocas fuerzas de alcanzar a Dios y encontrar en Él nuestra verdad más auténtica?
Sólo podíamos conocerle por un movimiento suyo hacia nosotros. Sólo podíamos dialogar con Él y contemplar su rostro si Él superaba el infinito abismo que nos separaba para venir a nuestro encuentro. Es lo que celebramos cada Navidad. Es el sentido de nuestro exultar en la noche de la gracia. Es el misterio que se expresa en las lecturas de hoy.
“Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo”, promete Dios a la descendencia de David, con lo cual se expresa el acercamiento divino hacia nuestra realidad humana. El Eterno se acercará a nuestra finitud, el Perfecto elevará nuestra imperfección. Es la promesa que mantiene a Israel en una actitud expectante y confiada, como debe ser la nuestra en la víspera de la Navidad. Es la misma actitud que encontramos en María, quien es “sorprendida” por la visita del ángel del Señor y recibe la noticia de la Encarnación. La obra de Dios se realizará a partir de su asentimiento, que expresa la apertura de toda la humanidad hacia lo divino. Ella responde en nombre de todos los que ayer, hoy y siempre hemos aprendido a esperar en el Señor. Ella no menoscaba en su pequeñez, pues se da cuenta de que Dios tampoco lo hace. Responde afirmativamente a sus planes, y desde allí se asocia al misterio insondable de la salvación.
Para nosotros, todo esto contiene también desafíos y luces sobre cómo vivir esta Navidad ya tan próxima…
No hables de Navidad si antes no has callado para escuchar la voz de Dios que siempre nos habla.
No te afanes buscando baratijas de comercio si no has buscado el premio eterno.
No prepares una fiesta si no has preparado tu corazón.
No esperes regalos si tu vida no ha sido un don.
No esperes hasta medianoche si antes no supiste velar a la espera del Señor.
No cantes letras vacías si tú mismo no eres alabanza para el que te ha creado.
No imites la risa de santa Claus si no has descubierto que hay más alegría en dar que en recibir.
No digas Navidad si antes no has generado con tu vida la presencia viva de Dios en medio de los tuyos. No pretendas engañar a nadie: La luz de la vida arde allí donde ha sido esperada y desde donde se le muestra a muchos. La Navidad viene cuando se la espera a través de una vida llena de gracia y de confianza en Dios.
Tú, en cambio, vive una Navidad auténtica.
Prepara el centro de tu alma como el pesebre que recibirá al Salvador.
Llena tu casa de las flores de las obras de amor que hagas por muchos. Saca de ella los viejos trastes de los rencores y las faltas de amor.
Enciende las luces de una vida que resplandezca por su caridad constante. Que tu camino se ilumine por la esperanza y que alcances la meta de una vida feliz.
Entona cantos de júbilo para acompañar al coro de los ángeles que te custodian. Haz resonar esa melodía en la vida de los que van de camino contigo y en muchos más.
Saluda con admiración a la Virgen María y descubre en ella tu propio llamado a la gracia. Imita sus virtudes, vive su total donación a Dios.
Contémplala cuando ella te muestre a su Hijo bendito. Él ha venido a esta tierra para llenarla de maravillas. Póstrate y adóralo, y que tu adoración se convierta en compromiso de anunciarle y hacerle presente día a día a través del amor que vivas con todos.
Entonces estarás celebrando desde la autenticidad de una vida coherente.
Podrás felicitar a muchos que al encontrarte descubrirán de qué se trata ser feliz.
En tus abrazos a otros estarás abrazando al mundo entero que Dios te ha confiado, con sus esperanzas y sus sombras, con sus aciertos y sus contradicciones.
La vida del Hijo de Dios en ti lo podrá transformar. A tu paso se renovarán los valles estériles, contigo caminarán muchos más.
Al final será inmensa tu alegría, tanta que sólo podrás retornar a Dios para cantarle agradecido por todo lo que Él ha hecho en ti y en la vida de los que has amado.
ORATIO (Oración):
Oremos a María con las antiguas alabanzas cristianas…
Ave, rayo de sol espiritual.
Ave, surtidor de luz del astro poniente.
Ave, claridad que ilumina a las almas.
Ave, relámpago que estremece a los enemigos.
Ave, porque tú has hecho que se levantase una luminosa claridad.
Ave, porque tú haces brotar un río de aguas abundantes.
Ave, viviente imagen de la fuente bautismal.
Ave, tú que borras la mancha del pecado.
Ave, fuente que lava la conciencia.
Ave, copa que encierra la alegría.
Ave, perfume del buen olor de Cristo.
Ave, palacio sagrado, inmaculado y purísimo del Señor, Rey del universo.
Ave, fuente del gozo espiritual más pleno.
Ave, oh ameno y espiritual paraíso de Dios.
Ave, llena de gracia, tierra fecunda en aromas.
Ave, arca portadora de vida y nuevo vaso oloroso del Espíritu.
Ave, tú que haces resplandecer la imagen de la resurrección.
Ave, tú que manifiestas la vida angélica.
Ave, llena de gracia, candelabro de oro, que sostiene lámparas encendidas.
Ave, llena de gracia, mesa que contiene el Pan de vida.
Ave, llena de gracia, monte de Dios, monte fecundo.
Ave, monte de Dios manifestado ente todo el mundo.
Ave, muralla inexpugnable de la Iglesia.
Ave, muro indestructible del Reino.
Ave, Madre de la Iglesia, de la nueva Sión y de la nueva Jerusalén.
Ave, en quien nos reconocemos y nos encontramos con Dios.
Ave, llena de gracia, monte de Dios manifestado ante todo el mundo.
Ave, llena de gracia, refugio admirable y compasivo, auxilio para todos los cristianos y que eres contemplada como la hermosura más grande y excelsa.
CONTEMPLATIO (Contemplación)
En la quietud de tu corazón, contempla al Señor
ACTIO (Acción-Compromiso?
En esta semana me examinaré acerca de cómo estoy preparando espiritualmente esta Navidad. Me dispondré a mejorar lo que falte y no dejar ningún detalle sin cuidar,
© Padre Christian Díaz Yepes. Caracas, 2011
hermosa meditacion
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