Lectura Orante del domingo 13 de noviembre de 2011

 Lectio Divina del Domingo 13 de noviembre de 2011

Trigésimo tercer domingo del Tiempo Ordinario

 

                                                  

 

LECTIO DIVINA

Aprovechar el tiempo presente mientras llega el Señor: De esto se tratan la lecturas de este domingo, que continúan la temática que venimos recorriendo con respecto a las enseñanzas que Jesús nos hace sobre las realidades últimas del juicio final y la vida o la condenación eterna. Una lectura superficial pudiera desconcertarnos, pero al meditar con atención este pasaje y contemplarlo con la luz del Espíritu Santo nos llenamos de la esperanza gozosa que siempre deja la Buena Nueva.

 

LECTIO (Lectura):

Leamos con calma y atención… 

Primera Lectura

Lectura del libro de los

Proverbios (31, 10-13. 19-20. 30-31)

Dichoso el hombre que encuentra una mujer hacendosa: muy superior a las perlas es su valor. Su marido confía en ella y, con su ayuda, él se enriquecerá; todos los días de su vida le procurará bienes y no males.

Adquiere lana y lino y los trabaja con sus hábiles manos. Sabe manejar la rueca y con sus dedos mueve el huso; abre sus manos al pobre y las tiende al desvalido.

Son engañosos los encantos y vana la hermosura; merece alabanza la mujer que teme al Señor. Es digna de gozar del fruto de sus trabajos y de ser alabada por todos.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

 

 

Segunda Lectura

Lectura de la primera carta

del apóstol san Pablo a los

tesalonicenses (5, 1-6)

Hermanos: Por lo que se refiere al tiempo y a las circunstancias de la venida del Señor, no necesitan que les escribamos nada, puesto que ustedes saben perfectamente que el día del Señor llegará como un ladrón en la noche. Cuando la gente esté diciendo: “¡Qué paz y qué seguridad tenemos!”, de repente vendrá sobre ellos la catástrofe, como de repente le vienen a la mujer encinta los dolores del parto, y no podrán escapar.

Pero a ustedes, hermanos, ese día no los tomará por sorpresa, como un ladrón, porque ustedes no viven en tinieblas, sino que son hijos de la luz y del día, no de la noche y las tinieblas.

Por tanto, no vivamos dormidos, como los malos; antes bien, mantengámonos despiertos y vivamos sobriamente.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

 

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.

Permanezcan en mí y yo en ustedes, dice el Señor; el que permanece en mí da fruto

abundante.

Aleluya.

 

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Mateo (25, 14-30)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola:

“El Reino de los cielos se parece también a un hombre que iba a salir de viaje a tierras lejanas; llamó a sus servidores de confianza y les encargó sus bienes. A uno le dio cinco talentos; a otro, dos; y a un tercero, uno, según la capacidad de cada uno, y luego se fue.

El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió un talento hizo un hoyo en la tierra y allí escondió el dinero de su señor.

Después de mucho tiempo regresó aquel hombre y llamó a cuentas a sus servidores. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: ‘Señor, cinco talentos me dejaste; aquí tienes otros cinco, que con ellos he ganado’. Su señor le dijo: ‘Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor’.

Se acercó luego el que había recibido dos talentos y le dijo:

‘Señor, dos talentos me dejaste; aquí tienes otros dos, que con ellos he ganado’. Su señor le dijo: ‘Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor, te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor’.

Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y le dijo: ‘Señor, yo sabía que eres un hombre duro, que quieres cosechar lo que no has plantado y recoger lo que no has sembrado. Por eso tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo’.

El señor le respondió: ‘Siervo malo y perezoso. Sabías que cosecho lo que no he plantado y recojo lo que no he sembrado. ¿Por qué, entonces, no pusiste mi dinero en el banco para que, a mi regreso, lo recibiera yo con intereses? Quítenle el talento y dénselo al que tiene diez.

Pues al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que tiene poco, se le quitará aun eso poco que tiene.

Y a este hombre inútil, échenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación’ ”.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

 

 

MEDITATIO (Meditación)

 

Profundicemos en el sentido de estos textos…

 

Aprovechar el tiempo presente mientras llega el Señor: De esto se tratan la lecturas de este domingo, que continúan la temática que venimos recorriendo con respecto a las enseñanzas que Jesús nos hace sobre las realidades últimas del juicio final y la vida o la condenación eterna. Una lectura superficial pudiera desconcertarnos, pero al meditar con atención este pasaje y contemplarlo con la luz del Espíritu Santo nos llenamos de la esperanza gozosa que siempre deja la Buena Nueva.

Nuevamente Jesús nos habla a través de una parábola acerca de su Reino que viene en plenitud. El domingo pasado nos presentaba la parábola de las vírgenes necias y las vírgenes prudentes, con la cual nos proponía estar en vela aguardando el momento de su llegada definitiva. Con la parábola de hoy, nos hace entender que mientras estamos en vela tenemos que hacer fructificar los dones que hemos recibido de Dios. El servicio al Señor se trata de una espera activa y requiere poner a producir todas las habilidades que Él mismo nos ha dado. En síntesis: la bendición implica responsabilidad; lo recibido exige una respuesta en consecuencia.

En nuestra parábola de hoy aparece una serie de personajes que simbolizan las realidades últimas del Juicio y la Eternidad. El amo representa a Cristo, que se ha ido pero volverá a pedir cuentas a sus seguidores; los sirvientes representan a aquellos a quienes Él ha confiado sus dones; los talentos, moneda de gran valor en el tiempo de Jesús, representan los dones espirituales que Dios nos entrega, comenzando por la misma dignidad de ser hijos suyos. También aparecen nuevamente dos actitudes antagónicas: por un lado están los que han sido hábiles para hacer producir los dones confiados, y por otro aparece el que ha mostrado una actitud de pusilanimidad y cobardía.

Con respecto a lo que significan los talentos, nos comenta Benedicto XVI: “Los talentos (antiguas monedas romanas), no sólo representan las cualidades naturales, sino también las riquezas que el Señor Jesús nos ha dejado en herencia para que las hagamos fructificar”. Por eso, “Lo que Cristo nos ha dado se multiplica dándolo. Es un tesoro hecho para ser gastado, invertido, compartido con los demás, como nos enseña ese gran administrador de los talentos de Jesús, el apóstol Pablo”[1].

 

Pero no basta con recibir los dones de Dios. No basta ni siquiera con decir que nos sentimos muy bendecidos por Él. La Palabra de hoy nos enseña que nos jugamos la salvación en la medida en que ponemos o no a producir estos dones, si  somos audaces para jugarnos el pellejo en favor de que se multipliquen las bendiciones que recibimos de la confianza que Dios deposita en nosotros. No basta con ser elegidos, es necesario que nuestra habilidad rinda frutos.

 

En contraste con la actitud “proactiva” de quienes han doblado la cantidad de dones que recibieron del amo, aparece la mezquindad de quien enterró el único talento recibido. La actitud del tercer sirvo muestra pusilanimidad y cobardía. Pero más aún, sus palabras evidencian que ha estado movido por una condición terrible ante su señor: le ha tenido miedo. El miedo paraliza, frena, deja en la esterilidad. En cambio, el que ama es solícito, audaz, inventa siempre nuevas formas de acrecentar el amor, va más allá de lo que ya posee para generar nuevos beneficios. Así lo continúa explicando Benedicto XVI: “La actitud equivocada es la del miedo: el siervo que tiene miedo de su señor y de su regreso, esconde la moneda bajo tierra y deja de producir frutos. Esto le sucede, por ejemplo, a quien habiendo recibido el Bautismo, la Comunión, la Confirmación, entierra después los dones bajo una capa de prejuicios, bajo una falsa imagen de Dios que paraliza la fe y las obras, traicionando las expectativas del Señor”.

 

El que tuvo miedo de su amo representa al que no conoce bien a Dios: maneja una imagen incompleta de Él, no lo ha descubierto como Amor. Por eso tampoco es suficiente con “creer en Dios”, más bien hace falta “saber en quién se cree”. Es necesario conocer su rostro de Padre, de Salvador. Así nos llenamos del gozo de sabernos amados y, por tanto, nos lanzamos a la conquista de nuevos horizontes.

 

No importa si son muchos o pocos los dones recibidos de parte de Dios. Lo importante es lo que estamos haciendo con ellos. Nos dice san Juan Crisóstomo, gran Padre de la Iglesia del siglo IV: “¿Qué son estos talentos, en efecto? Es la fuerza de alguno, la autoridad del gozar, la fortuna que se posee, la enseñanza que se puede dar a cualquier otra cosa del mismo género. Qué persona por tanto no viene a decir: yo no tengo nada más que un talento, no puedo hacer nada. Tú puedes, lo mismo con un talento, actuar de forma meritoria”[2].

Respondámonos en la intimidad de nuestro corazón:

¿Cómo recibo los dones de Dios? ¿Los tengo como un tesoro para mí mismo o los pongo a producir? ¿El miedo y la falta de iniciativa me paralizan o soy generoso para hacer fructificar lo recibido?

¿Vivo la responsabilidad en el orden social? ¿Comparto con mis hermanos lo que tengo y lo que soy o permanezco en la omisión y la indiferencia?

 

 


[1]  Benedicto XVI, homilía. 16 de noviembre de 2008.

[2] San Juan Crisóstomo, Homilía 78 sobre el Evangelio según san Mateo.

ORATIO (Oración):

 

Oremos a partir de estas lecturas…

 

Salmo Responsorial Salmo 127

Dichoso el que teme al Señor.

Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos: comerá del fruto de su trabajo, será dichoso, le irá bien.

Dichoso el que teme al Señor.

Su mujer como vid fecunda, en medio de su casa; sus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de su mesa.

Dichoso el que teme al Señor.

Esta es la bendición del hombre que teme al Señor: “Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén, todos los días de tu vida”.

Dichoso el que teme al Señor.

¡Amén!

 

CONTEMPLATIO (Contemplación)

En la quietud de tu corazón, contempla al Señor

 

 

ACTIO (Acción-Compromiso?

 

Quien se reconoce amado por Dios sabe acerecentar este amor. Este domingo voy a examinarme con respecto a los dones que he recibido de Dios y voy a proponerme ponerlos a producir con más fuerzas obras de amor y de bien.

 


 

© Padre Christian Díaz Yepes. Caracas, 2011

 

 

 

 

 

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