Lectura orante del domingo 6 de noviembre de 2011

 Lectio Divina del Domingo 6 de noviembre de 2011

Trigésimo segundo domingo del Tiempo Ordinario

 Descarga en PDF: A Domingo 32 del T Ordinario

                                                  

Las virgenes necias y las prudentes – Peter von Cornelius

 

LECTIO DIVINA

            Quien ama, espera. Aunque la persona amada tarde o no se deje aún encontrar, quien está lleno de amor sabe mantenerse en la atención de quien espera el encuentro. Esta es una disposición que el cristiano debe practicar toda su vida, y con toda la fuerza de la vida. De esto nos hablan hoy las lecturas, marcadas por esa tensión que debemos vivir hacia el momento final de nuestra existencia y de la historia en su totalidad. La parábola de las diez vírgenes nos enseña sobre la diligencia y la atención que debemos mantener en la espera del encuentro con el Señor, “porque no sabemos ni el día ni la hora en que llegará”.

LECTIO (Lectura):

 

Leamos con calma y atención… 

Primera Lectura

Lectura del libro de la

Sabiduría (6, 12-16)

Radiante e incorruptible es la sabiduría; con facilidad la contemplan quienes la aman y ella se deja encontrar por quienes la buscan y se anticipa a darse a conocer a los que la desean.

El que madruga por ella no se fatigará, porque la hallará sentada a su puerta. Darle la primacía en los pensamientos es prudencia consumada; quien por ella se desvela pronto se verá libre de preocupaciones.

A los que son dignos de ella, ella misma sale a buscarlos por los caminos; se les aparece benévola y colabora con ellos en todos sus proyectos.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

 

 

 

Segunda Lectura

Lectura de la primera carta

del apóstol san Pablo a los

tesalonicenses (4, 13-18)

Hermanos: No queremos que ignoren lo que pasa con los difuntos, para que no vivan tristes, como los que no tienen esperanza. Pues, si creemos que Jesús murió y resucitó, de igual manera debemos creer que, a los que mueren en Jesús, Dios los llevará con él.

Lo que les decimos, como palabra del Señor, es esto: que nosotros, los que quedemos vivos para cuando venga el Señor, no tendremos ninguna ventaja sobre los que ya murieron.

Cuando Dios mande que suenen las trompetas, se oirá la voz de un arcángel y el Señor mismo bajará del cielo.

Entonces, los que murieron en Cristo resucitarán primero; después nosotros, los que quedemos vivos, seremos arrebatados, juntamente con ellos entre nubes por el aire, para ir al encuentro del Señor, y así estaremos siempre con él.

Consuélense, pues, unos a otros con estas palabras.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

 

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.

Estén preparados, porque no saben a qué hora va a venir el Hijo del hombre.

Aleluya.

 

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Mateo (25, 1-13)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola:

“El Reino de los cielos es semejante a diez jóvenes, que tomando sus lámparas, salieron al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran descuidadas y cinco, previsoras.

Las descuidadas llevaron sus lámparas, pero no llevaron aceite para llenarlas de nuevo; las previsoras, en cambio, llevaron cada una un frasco de aceite junto con su lámpara. Como el esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron.

A medianoche se oyó un grito:

‘¡Ya viene el esposo! ¡Salgan a su encuentro!’

Se levantaron entonces todas aquellas jóvenes y se pusieron a preparar sus lámparas, y las descuidadas dijeron a las previsoras:

‘Dennos un poco de su aceite, porque nuestras lámparas se están apagando’. Las previsoras les contestaron:

‘No, porque no va a alcanzar para ustedes y para nosotras. Vayan mejor a donde lo venden y cómprenlo’.

Mientras aquéllas iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban listas entraron con él al banquete de bodas y se cerró la puerta. Más tarde llegaron las otras jóvenes y dijeron: ‘Señor, señor, ábrenos’.

Pero él les respondió:

‘Yo les aseguro que no las conozco’.

Estén, pues, preparados, porque no saben ni el día ni la hora”.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

 

MEDITATIO (Meditación)

 

Profundicemos en el sentido de estos textos…

            Quien ama, espera. Aunque la persona amada tarde o no se deje aún encontrar, quien está lleno de amor sabe mantenerse en la atención de quien espera el encuentro. Esta es una disposición que el cristiano debe practicar toda su vida, y con toda la fuerza de la vida. De esto nos hablan hoy las lecturas, marcadas por esa tensión que debemos vivir hacia el momento final de nuestra existencia y de la historia en su totalidad. La parábola de las diez vírgenes nos enseña sobre la diligencia y la atención que debemos mantener en la espera del encuentro con el Señor, “porque no sabemos ni el día ni la hora en que llegará”.

Los textos de la liturgia de hoy nos sitúan en una tensión escatológica, es decir, referida a las últimas realidades que nos esperan al final de nuestra vida terrena y de toda la historia humana. La Primera Lectura nos presenta el ideal de la sabiduría como una realidad por la cual vale la pena velar: “El que madruga por ella no se fatigará, porque la hallará sentada a su puerta. Darle la primacía en los pensamientos es prudencia consumada; quien por ella se desvela pronto se verá libre de preocupaciones”. En la Segunda Lectura, san Pablo nos presenta el triunfo final de los que han  sabido esperar en el Señor, que no quedarán defraudados en el momento del encuentro con Él. Estos dos textos, leídos a la luz del Evangelio de hoy, nos hacen tomar conciencia de la importancia de mantener en la vida una actitud de espera diligente, de vigilancia.

Con la parábola de las diez vírgenes, Jesús mismo sitúa el encuentro final con él en un contexto de gozo y celebración. Nuevamente la Boda viene a ser signo de la alegría de la comunión, que es compartida por los invitados a la fiesta. Entre éstos destacan las diez doncellas que habrían de acompañar a la esposa en su cortejo para entregarla a su amado. Ellas son las que tienen hoy el protagonismo en nuestra sección del evangelio.

La boda de esta parábola se celebra de una manera especial. A diferencia de la usanza de los antiguos pueblos orientales, en los cuales se celebraban las nupcias con fiestas de puertas abiertas para que pudieran participar todos los miembros de la comunidad, en esta fiesta la puerta se cierra en determinado momento. Hay quienes no pueden entrar a celebrar. Es el caso de las cinco vírgenes necias, que no llenaron a tiempo sus lámparas de aceite. El aceite representa aquí la vida preparada, la diligencia y las buenas obras. Las que no han llenado con eso sus lámparas no son dignas de entrar a la fiesta, por más que rueguen a última hora por recibir un poco del que tienen sus compañeras prudentes. Estas otras cinco doncellas son presentadas con el mismo adjetivo con el que Jesús califica a los verdaderos oyentes de la Palabra de Dios a final de su Primer Discurso en el evangelio de Mateo: Es la misma sensatez de quien sabe edificar su propia casa sobre la roca de la Palabra de Dios.

La enseñanza de este evangelio es clara: Para gozar del encuentro con el Señor, tenemos que estar preparados. La preparación consiste en poner en práctica su Palabra y llenar nuestra vida de amor y buenas obras. Las cinco sensatas no pueden dar de su aceite a las necias por la sencilla razón de que la respuesta a Dios es personal. No puede transferirse la fidelidad ni el amor vivido por Dios. Su actitud no es egoísmo, sino justicia. Quien no se procuró el aceite de una vida coherente quede tras la puerta en la oscuridad de una vida sin luz ni calor. Sólo quien ha velado merece entrar en el gozo de la fiesta, del encuentro pleno con Aquel a quien se ha esperado.

Sobre la vigilancia, nos enseña el gran san Agustín: “Vela con el corazón, con la fe, con la esperanza, con la caridad, con las obras. Y una vez que te hayas dormido en el cuerpo, ya llegará el momento de levantarte. Cuando te hayas levantado, prepara las lámparas. Que no se te apaguen entonces, que ardan con el aceite interior de la conciencia…, entonces te introducirá el Esposo en la Casa en la que nunca duermes, en la que tu lámpara nunca puede apagarse. Hoy, en cambio, nos fatigamos y nuestras lámparas fluctúan en medio de vientos y tentaciones de este mundo. Pero arda con vigor nuestra llama para que el viento de la tentación más bien acreciente el fuego que no lo apague” (Sermón 93).

Preguntémonos de corazón:

 

¿Cómo me preparo para el encuentro con el Señor?

 

¿Estoy dando largas a lo más importante de la vida, dejándome distraer en tantas cosas transitorias, con tantos apegos de mi egoísmo?

o me estoy preparando con diligencia,?

 

¿Qué afanes, apegos y defectos me impiden esperar al Señor con mi lámpara encendida?

 

¿Me estoy preparando para mi encuentro final con Dios viviendo la Palabra de Dios y el amor concreto a los hermanos?

 

 

ORATIO (Oración):

 

Oremos a partir de estas lecturas…

«Jesús, Hazme hablar siempre como si fuese la última palabra que digo.

Hazme actuar siempre como si fuese la última acción que hago.

Hazme sufrir siempre como si fuese el último sufrimiento que tengo para ofrecerte.

Hazme rezar siempre como si fuese la última posibilidad que tengo aquí en la tierra de conversar contigo».

 

Amén

(Chiara Lubich)

 

Salmo Responsorial Salmo 62

Señor, mi alma tiene sed de ti.

Señor, tú eres mi Dios, a ti te busco; de ti sedienta está mi alma. Señor, todo mi ser te añora como el suelo reseco añora el agua.

Señor, mi alma tiene sed de ti.

Para admirar tu gloria y tu poder, con este afán te busco en tu santuario. Pues mejor es tu amor que la existencia; siempre, Señor, te alabarán mis labios.

Señor, mi alma tiene sed de ti.

Podré así bendecirte mientras viva y levantar en oración mis manos. De lo mejor se saciará mi alma; te alabaré con jubilosos labios.

Señor, mi alma tiene sed de ti.

 

¡Amén!

 

CONTEMPLATIO (Contemplación)

En la quietud de tu corazón, contempla al Señor

 

 

ACTIO (Acción-Compromiso?

 

Quien ama sabe esperar aunque el otro tarde. Esperamos a Jesús si lo amamos y deseamos ardientemente el encuentro con Él. Y lo esperamos amando concretamente, sirviéndole, por ejemplo, en quienes tenemos cerca o comprometiéndonos a construir una sociedad más justa.

Velamos de manera especial meditando con frecuencia la Palabra de Dios: En esta semana procuremos acudir asiduamente a leer y profundizar en la enseñanza que Dios nos quiere comunicar.

 

© Padre Christian Díaz Yepes. Caracas, 2011

 

 

Un comentario sobre “Lectura orante del domingo 6 de noviembre de 2011

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s